viernes, 29 de enero de 2016

oikumene 4 - la despedida de Cleanor

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Y heme aquí, despidiendote. El niño que ya no es tal, a recorrer la Hélade y luchar por otros hombres, como yo mismo hice a tu edad, y como tantos han hecho antes que nosotros. Toma por bien considerar estos mis consejos. El primero y más importante, nunca ansíes mucho toparte con Ares ni con Temis. Si ellos te reclaman, ya te encontrarán. Y estate tranquilo, que caminos para llevar a término sus propósitos... de eso no les falta. Por otro lado, con Fortuna no hagas cuentas, mas es caprichosa y esquiva, y a uno siempre sorprende, en sus formas, su tempo y su ocurrencia.

Cleanor, con mirada grave, asintió. Luego, tras abrazar a su padre, a su madre, y a sus hermanos, cargó el petate a las espaldas y partió, dejándolos a todos atrás bajo la acogedora sombra de una higuera, en el lindar del camino que unía las tierras familiares con la ciudad de Éfeso, visible como una tenue lengua de plata en la lejanía. Argíope y Argelao no pudieron contener las lágrimas. Éste último al poco arrancó a correr hasta alcanzar a su hermano mayor, y por un estadio caminó a su lado, cogiéndole de la mano. Cuando, aun gimoteando, llegó junto a Memnón, éste le dijo con una media sonrisa:

No llores tan agriamente, Argelao, pues no tardarás mucho en traer mismo disgusto a tus hermanas y tus padres, que los húmores de la aventura ya fluyen por tus venas.

Deteniéndose momentáneamente – Pero padre... tú vendrías conmigo, ¿no?

Memnón se dió media vuelta lentamente y, sin contestar la pregunta del menor de sus hijos, emprendió cabizbajo y pensativo el camino de regreso a casa.

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