domingo, 23 de noviembre de 2014

la brújula y el condón

¿Qué pensaría usted si encontrase una brújula y un condón en la cartera que le acaba de robar a un tipo? Pues en la oscuridad de mi salón intento reconstruir su cara, con la esperanza que eso me ayude a encontrar una explicación plausible. Pero todo el esfuerzo es en vano. Quiero decir, logro visualizar a la perfección su casaca roja, los bolsillos y el momento del hurto, pero nada más.

Aunque, ¿quién puede asegurar que los rasgos faciales de la víctima me darán más pistas que los rotos y descosidos de su abrigo? ¿Se trata de un marinero en busca de su furcia, un excursionista del montón, un bromista precavido, u otro amigo de lo ajeno? Y en todo caso, ¿qué más me da? Todas estas cavilaciones baratas se deben únicamente a que el hallazgo me ha desconcertado. Lo importante sólo es el metálico que llevaba el desafortunado, que, por cierto, no es mucho.

Haciendo honor a la costumbre, me dirijo a Perdición, mi antro de adopción, origen y fin de todos los caminos, donde el escaso botín me dará al menos para un par de vasos llenos de ese bourbon guatemalteco que sirven a los más incautos. A lo mejor sus efluvios tóxicos me inspiran.

Doblo la esquina y ya huelo sus butacas de terciopelo acolchadas, envejecidas y horadadas por mil colillas, atrapando al personal como un velcro irresistible hecho de colmillos de perros con rabia, que por nada soltarían a su presa. Allí, beber es un trabajo y, a pesar de la feroz competencia, Pushkin es el empleado del mes.

Ringo, tras la barra, está fregando un vaso. Uno de sus ojos apunta al televisor, mientras el otro persigue a la única mujer del local que no se puede confundir con un hombre. El aire, respirado mil veces, es el de un submarino alemán en el fondo del mar; aire, si se puede llamar así, que alguien olvidó apresado en una bodega de metal herrumbroso. En el barrio, donde reside un número tan elevado de artistas cuya petulancia excede los límites de la razón, la existencia de un reducto de brutalismo y vulgaridad como este antro es una bendición.

Avanzo hacia un asiento libre junto a Love machine, otro cliente habitual, de los pocos a los que no parece que le haya pasado un cortacésped por la cara, un cruce entre Tina Turner y Mickey Rooney, alto como la primera, habiéndole sustraído el segundo. Es un gozo que nadie preste atención a mi presencia. Tras el saludo de cortesía al anciano y a Ringo (sólo con ellos ese acto tan inocente no puede volvérsele a uno en contra, en la forma de un fastidioso monólogo de tres cuartos de hora, ante el que sólo cabe asentir, brindar y alzar las cejas), le señalo a éste último la botella de bourbon del segundo estante. No hace falta que le diga que lo quiero on the rocks –nada en mí genera un condicionamiento pavloviano comparable al crepitar del hielo cuando es abrazado por el alcohol–.

No es ninguna novedad que entre alguien en Perdición, pero sí lo es que entre alguien nuevo. Y, a pesar de que doy la espalda al recibidor, eso es precisamente lo que puedo leer en la mirada llena de desconfianza de Love machine, que interrumpe en seco una de sus habituales diatribas sobre si son mejores los futbolines de madera o los de acero. El asunto no tendría mayor importancia para mí, si no fuera porque el tipejo, un hombre corpulento de cincuenta y tantos, sostiene doblada en su mano derecha una casaca roja idéntica a la del desafortunado al que birlé la cartera, so do the maths. Parece que, por una ironía de la vida, la víctima acude por su propio pie a la guarida del lobo y, a mayor gloria de la diosa Fortuna, toma asiento al lado de éste.

Tras los obligados “Buenas noches” y “¿Cómo está usted?”, se sucede una hora larga de charla animada y animosa, que el compadre interrumpe con un “Te invito a… ¿qué estás tomando?”. Le contesto y Love machine se descojona. Él se palpa los bolsillos, primero con calma, y luego más nerviosamente aquí y allá, con la cara mudando de una mueca de incomprensión a otra de disgusto. “¡Joder, me han robado la cartera!”, dice con la mirada perdida. “Qué me vas a contar…”, musito para mis adentros, y sigo con voz sonora “¡No hace falta que te inventes ninguna excusa, hombre! Esta ronda ya la pago yo”, mientras agito en el aire los billetes de su cartera. “Lo de menos es el dinero...” –“no me digas”, y continúa “…lo que es una putada son los documentos de identidad, las tarjetas de crédito…” –“las brújulas y los condones…”, mordiéndome los labios para no reír– “… y bueno, un par de objetos con mucho valor sentimental”. Ahí reconozco que ha captado completamente mi atención. Entonces me cuenta que llevaba un par de recuerdos de su hijo, las únicas pertenencias que encontraron tras su desaparición un fin de semana que fue al bosque con unos amigos. “Y no se lo digas a nadie, pero, por mucho que me desagrade, y por mucho que me esfuerce en evitarlo, cuando miro esos recuerdos indefectiblemente me entristezco al pensar que murió virgen“. Transcurrido un rato, aprovecho que se va a los retretes para largarme, no sin antes dejar su cartera sobre la barra. Perdición, origen y fin de todos los caminos.

Nota: de la serie "historias de Perdición"; aquí el resto: https://joseirojas.blogspot.com/2022/01/historias-de-perdicion.html
 

The cliffs

So many thousands of words wasted
in attempts to describe faithfully
that shore, those cliffs and feelings...
and yet no one
has ever been close to succeed,
nor would be anybody,
even after putting
all those words together.


Juntos, y tan distantes

Todo es cascarón
en la ciudad de los hombres libres.
Juntos, y tan distantes,
como dos cometas que
recorrieron incontables millas,
y sin embargo singuen en el mismo lugar.


bestiario de Tolkien – 3 – La Grúa

En Erebor, la Grúa en tiempos lejanos fizo no menos horribles maldades que su pariente mayor, el temido Dragón, y, sin duda, ningún fidalgo deseare ver dicho engendro morando nuevamente en nuestros campos y ciudades. Si mintiere al decir eso, a Eru ruego partiese con un rayo mi gaznate, en tantos pedazos como orcos hubieren acampado a las puertas de Gondor, en el legendario asalto de la Ciudadela.
 
Cuentan los viejos del lugar que poseía la Grúa un único colmillo, de mithril, no menos, y, siendo sólo uno, sin embargo con él causare innumerables calamidades. Así fuera el Dragón apreciador de incendios, llamas y brasas buenos, la Grúa gustábase no en tanto de diezmar carros y monturas; arrebatábalos sigilosa y vilmente con su colmillo a aquellos incautos que dejábanlos desguarnecidos en no más tiempo que el que demora un grillo en expirar, y devorábalos con tesón en su tenebrosa guarida, el Depósito, si los hacendados no quisieren pagar el cuantioso rescate. Corrompiose así, por obra y gracia suya, la sana convivencia en innumerables plazas. Allá en el ocaso de la 2ª Era, la Grúa multiplicose allende la Tierra Oscura por infausta cópula de Dragón y Urbano, guiados por la mano de Mordor, cuyo afán recaudatorio jamás conociere de límites, y durante demasiados desdichados decenios, moraron numerosos, esos engendros, asolando las vidas y tierras de muchos y muy humildes gentiles.

Nota: todas las entradas del Bestiario de Tolkien aquí: https://joseirojas.blogspot.com/2024/06/bestiario-de-tolkien.html
 

el lugar donde residen mis bestias

Nadie cree ya nuestras tardes,
los prados de verde imposible,
las hojas muertas por doquier,
y el llanto de los nogales
que tanto temen al viento.

Nadie cree ya nuestras noches,
que sólo nos importe el comienzo,
los sonidos mágicos a toda luz,
el descorchar de una botella
y el gorgojeo al verter vino.
siento acercarse veloz el infausto día
en que yo también deje de creer,



Maella, Aragón (2010)
 

el mar embravecido

Dos hileras de hayas flanquean un largo paseo de asfalto.
Las raíces de los árboles enfrentados intentan abrazarse bajo el suelo.
Causan en él pliegues como olas de un mar embravecido que se entrelazan.
Tumbado boca abajo, desliza sus manos heladas sobre las crestas.
Siente el cosquilleo y los arañazos de la grava.
La noche y los murciélagos observan como nada sobre las raíces y el asfalto.


El barco herido

Su corazón bombea tan fuerte que no le deja dormir.
Las ojeras, otrora anecdóticas, se han adueñado ya de gran parte de él.
Aliadas con sus mezquinos escrúpulos,
gobiernan un barco herido de muerte al que no pretenden salvar.

la profesión más codiciada

El chico a ras de suelo,
armado con espátula,
goza las mieles de la profesión más codiciada,
por excitante, 
raspar la goma de mascar adherida a las aceras, 
que como mecanismo de defensa 
se mimetiza con las mismas.

Con la precisión del metrónomo, 
retuerce su cuello para cazar 
las miradas envidiosas de sus coetáneos.
 

la profesión más codiciada [en la ciudad más aburrida del mundo: arrancador de chicles del suelo], Victoria, Vancouver Island, British Columbia, Canada (2008)
 

the eyes tainted in a killer red

Popping out of the powder fog,
all in white but the eyes
tainted in a killer red,
came to drag us all down to Hell.

all our fellas in the muddy bar
like if in a baby face feast
or amidst the audience of
a Methodist temple.

la noche que el hombre que gesticulaba como un calamar temió ser despedido del Circo de los Freaks

El hombre que gesticulaba como un calamar disfrutaba de la pausa entre sus actuaciones regalándose un Cubalibre con mucha lima en la escalera de su caravana. Exhalaba mirando hacia las estrellas en ese prematuro oscuro de la noche. Nunca olvida cerrar las argollas que le anclan al suelo.

Recordaba que alguien le comentó, en una recepción la semana anterior, que apreciaba un cambio positivo en él, que se veía que se expresaba con mayor naturalidad y que estaba más cómodo en el trato con las personas. Él pensó en aquel momento ‘Sí, ahora mientras hablo mi cabeza ya no da giros de 360 grados para radiar las palabras omnidireccionalmente’. Entonces, sólo pudo emitir como respuesta una risa incómoda. Difícil decir si lo fue más para él o para su interlocutor. En cualquier caso, ambos se excusaron y se fueron a por otro trago.

Lo que le preocupaba más, sin embargo, no era el comentario en sí, sino el hecho que el Director del Circo había pasado junto a ellos en ese momento, y a ese lagarto no se le escapaba nada. Probablemente, en las actuaciones anteriores, ya le había estado observando desde su puesto tras el telón para ver si seguía siendo un freak digno de sus espectáculos. 

Le inquietaba la posibilidad de que le despidiese. Y pensaba también que eso le parecería muy injusto, ya que sólo cuando se limitase a gritar más que los demás, para que se le oyese en una conversación, se podría decir que había aterrizado en la normalidad. Es más, estaba seguro de que disponía de una gran variedad de recursos para parecer más raro que nadie (sobre todo si se comparaba con otros integrantes del Circo, con un repertorio mucho más reducido, como por ejemplo el odioso hombre ensaladera). Esto le enciende y grita al cielo ‘¡Es culpa de este Circo de provincias el que yo no pueda desarrollar todo mi potencial!’. En ese momento nota como las argollas estrangulan sus tobillos, y se percata de que hace rato que no siente la goma labrada de los escalones en su trasero. Una vez más, la brisa intentaba llevárselo volando.

Al cabo de un rato, el chico que se ocupa del attrezzo le advierte de la inminencia de la segunda parte de su número y tira de sus cadenas para devolverlo al suelo.
 
 
Rua da Praia Pequena, Colares, Portugal (2012)

miércoles, 25 de junio de 2014

They are just what they are

As I got close to the coffin,
where always belonged to,
the fist, triggered by an own,
primal will, hit hard on those
wooden doors of Hell,
and I faced my demons,
since, in the end,
they are just what they are.


“forever drunk, I wanna be forever drunk”

You’ll hear me calling.
You’ll hear me praying,
“forever drunk,
I wanna be forever drunk.”
Mind it a distant joke
of whoever I was before,
bleeding the love,
like a vulgar son of parsimony.
How did I look like?
The bear beheaded?
I kept asking myself.
Swallowing the entire pool,
holding the bottles tight
against my chest;
since who when flying
cares about a thing?


Casa-Museo del Campesino, San Bartolomé, Lanzarote, Canary Islands, Spain (2025)
 

la orgía de contenidos espurios

Tras largo rato proponiéndomelo, apenas sí logro zafarme del abrazo pegajoso de estas (nunca mejor dicho) redes sociales (*), que atrapan a uno con sus vídeos y otras mierdas, a cada cual con título más pretencioso. Es la orgía de contenidos espurios, blanco fácil de petulantes como yo.

Qué avidez la de este entretenimiento de bajo coste y menor aporte proteico, robándome mi tiempo, gritándome si no es mejor medrar como virus que morir siendo nada. Pero, ¿cómo se lucha contra todos queriéndome imponer la necesidad de hacer difusión de sus complejos? Sin duda, socialista perverso el que decidió que los asuntos de todos merecían un altar, y la misma atención.
 
 
barrio de El Tubo, Zaragoza, Aragón (2023)
 

(*) [Rebeca Solnit] describe su experiencia de vivir en San Francisco como “ser un conejito devorado por la serpiente de Silicon Valley”, a quien acusa de haber traído “la era de la tecnología”. Una coyuntura que genera “aislamiento e individualización. La gente no pasa mucho tiempo en público, en grupo”. Esto es preocupante porque, según sostuvo, “la democracia depende de que tengamos esa conexión con los extraños, con gente distinta a nosotros. Si no salimos y no nos movemos, lo perdemos”. “Necesitamos de la acción colectiva para proteger incluso los elementos de nuestra vida más introspectivos y personales que se han visto borrados, pisoteados, menospreciados”, afirmó


en el zoológico de sonrisas escayoladas

Siendo pequeño,
fui por piernas liberado
en un zoológico de sonrisas escayoladas.

con niñas con tinte en las cejas,
y enloquecía con su danza volátil
entorno a las mesas ajadas de madera.

sin reconocerme ávido por sus carnes,
mientras que de los flancos afilados
brotaba incontenible la estulticia.

besándose todos los temores,
alimentados de mi compasión,
ni los rugidos a nuestras orejas,
que las niñas tomaban a risa,
y a mí aún en el corazón hiela.


Évora, Alentejo, Portugal (2010)
 

ese pueblo

En ese pueblo (como probablemente en cualquier otro), todo el mundo tenía un pasado, pero, contrariamente a lo que es habitual, allí todo el mundo te lo contaba. Por supuesto, es fascinante conocer los detalles de la juventud de los otros, pero me intriga más saber el porqué de esa necesidad de los lugareños de explicarlos a cualquier desconocido. ¿Qué impele al panadero o al funcionario del ayuntamiento a contarte sus vidas (pero sobre todo sus fiestas) desde que tenían 15 años hasta los 35?


la profesión más codiciada [en la ciudad más aburrida del mundo: arrancador de chicles del suelo], Victoria, Vancouver Island, British Columbia, Canada (2008)
 

aprobadlos a todos, que Dios sabrá reconocer a los suyos

¡Aprobadlos a todos, que Dios sabrá reconocer a los suyos!

Adaptación de la mítica frase de Arnau Amalric (Arnaldo Amalarico, Amalrico, Amaury o Almeric), legado Papal de Inocencio III en Occitania e inquisidor, en el asalto final tras el sitio de Béziers 

 
"quero ver-te feliz", Èvora, Portugal (2010)
 

sábado, 26 de octubre de 2013

el hombre que nunca estuvo en su vida

El hombre que nunca estuvo en su vida era un ser amurallado, impermeable a las sensaciones que lo asediaban desde que nació, y que intentaban sin éxito rendirlo por hambre.


World citizen - 01


El horizonte desliza ante su mirada dejando un rastro de polvo.
Arrastra perezosamente a la bruma y a sus pensamientos, todos ellos confundidos en el remolque de la ranchera.
Las maletas, haciendo las veces de improvisado respaldo, encuentran su camino a través de sus costillas y esclavizan los pliegues de su camisa.
Es un nuevo amanecer, aunque todavía no ve el sol.


la cinta transportadora

Se contornea en la cinta transportadora.
Atajo express para pensamientos
que así esquivan los filtros de la etiqueta y la moral.
Él lo ha querido y lo ha preparado así.

Un camino fácil para ellos. Fácil encontrarlo y fácil recorrerlo.


en el andén

Las maletas y sus jodidas fieras de cemento
forman un muro impermeable y sórdido.
 

uno/una puede consultar la carta mientras hace sus necesidades
 

el viajero - 2

Su asombro no hace sino saltar de un vagón a otro.
Intenta apresar, para luego domarlos,
unos momentos que se le escapan.


Paseo por un barrio


Ayer vi a mi primer amor.
En otra calle me crucé con una mujer increíble.
Me sonrió y me deshizo.
Más tarde coincidí con una amiga.


la tinta turbia

Manos dubitativas.
Trazos discontinuos y débiles.
Hojas de almidón.
La tinta es turbia como sus ideas 
y esquiva sus órdenes.


la tinta turbia, Barcelona (2014)
 

el tren - 01


Cada día se meten en el tren sin saber por qué.
Ventanas aparte. Trayectos enfrentados.
Significado y motivo se vuelven inmiscibles y se desvanecen.
Como cuando uno piensa demasiado en la sonoridad de las palabras.
Los días ejercen de mortero.


doblar el cabo

Un espigón, rocas, grúas, herrumbre y cadenas.
El agua de mar ya se ha evaporado.
Cristales de sal seca sobre su piel morena.
Noto el gusto en sus labios.


cala del Cap de la Mort, Sant Pol-S'Agaró (2020)
 

deseo echado a perder

Deseo echado a perder.
Objetivo de miras arrogantes.
Labios que no quieren cambiar.




Noche - 04

Plástico y noche de suelo grumoso se disputan la atención de esas personas.
Mantienen conversaciones imaginarias, de tanto en tanto, cuando cruzan sus miradas.
Hijos de piel de oveja, se cubren con capucha.
Su autobús sigue sin llegar. Tampoco se dicen adiós.


la tapia de pladur

El pseudo-poeta contemporáneo
ha tapiado su esperanza con pladur.
Profeta de la mediocridad.
No encuentra su tierra.
Bálsamo de cicuta 
para un mendigo acomplejado.


si sólo tengo que llenar espacio, que me lo digan ya

Por una vez pon en mis manos y en mi boca palabras que nadie haya gastado ya.
Por una vez déjame hacer algo que nadie haya hecho ya.


Udaipur, Rajastan, India (2010)
 

soñar no es gratis

Al contrario de lo que se dice, soñar no es gratis. Tiene un precio que paga tu cordura.
Y no lo hace por placer, sino a disgusto, como un compadre despistado que sale el último de un tugurio, y descubre que le toca pagar la cuenta de la mesa, cuando los demás ya hace rato que se fueron sigilosamente. 


Tomar, Portugal (2011)
 

Ice storm


I could hardly see her eyes behind that storm of hair and music.
But didn’t need to.
Just had to imagine a bit.
They were staring at me.

Admire nuestros cachorros

Admire nuestros cachorros,
tan dóciles y bien formados.
Lléveselos a precio de ganga,
que aquí preferimos
que muera la inteligencia.
Tráigame un puro y el Marca,
y hágalo rápido, mientras
sus padres aún duermen.

                                         dedicado a MpuntoRajoy y José Millán Astray
 

martes, 1 de octubre de 2013

Un banco y unas palomas


¿Es eso todo lo que nos espera?
¿Un banco y unas palomas,
alguna lágrima
y un adiós muy buenas?


Tardes de nubes ante fondo gris


Tardes de nubes ante fondo gris,
y tantos pisos en venta.
Yo y mis colegas, estrellas fugaces
en una batalla perdida,
anfitriones nefastos
con la cara cortada,
implorando que nos compren.

martes, 27 de agosto de 2013

el hombre de piedra - 1

El hombre de piedra permanece 
inmutable en su cubo de cristal.
Se tapa los oídos con violencia,
pero las palabras de ella
se cuelan por las grietas en su piel basáltica.
De noche se hielan,
y el hombre de piedra se resquebraja.

Nota: ver el resto de la colección de notas sobre Siria, beso de una tierra que se marchita, en este link: https://joseirojas.blogspot.com/2015/07/notas-de-siria-beso-de-una-tierra-que.html



"La Noche" de Abilio Estévez, Madrid, Spain (2000)
 

no hay espacio para lo grave

No hay espacio para lo grave.
Dos mujeres bailan juntas,
y entonces el mundo se detiene.



Point Éphémère

Pose, susto, ojos e inseguridad.
Atmósfera pesada, saturada de notas y escasa.
Sudor en las paredes, respirar es jadear.
Chica y cámara apartan humo y hombres despreciables.
Mientras, las suelas apenas se despegan.

I could hardly see her eyes
behind that storm of hair and music.
But didn’t need to.
Just had to imagine a bit.
They were staring at me.
 

club Point Éphémère, Paris, France (2009)
 

martes, 20 de agosto de 2013

cuento improvisado #5 – lo tiene mi vecino

Un domingo necesitaba pañales para mi hijo. A pesar de dar mil vueltas por el barrio buscando un supermercado o farmacia abierto en el que poder comprar algunos, no lo consigo. Acabo presentándome ante la puerta de mi vecino, al que pregunto si me puede dejar pañales, y él responde que sí. El siguiente domingo sucede algo parecido pero esta vez con aceite, que necesito para freír unas patatas. Tras recorrer el barrio de arriba abajo sin encontrar un lugar abierto en el que me vendan aceite, acabo pidiéndole prestado al vecino. Le cojo el gusto al proceso, ya que me obliga a salir a pasear, ejercitarme un poco, conocer nuevos lugares, para acabar de nuevo en casa. Y así, cada domingo pienso en algún producto que me falte en casa, para simular que busco un lugar donde comprarlo y, al final, pedirlo prestado al vecino. Pasan las semanas y me atrevo ya con recorridos cada vez más amplios. Primero cogiendo el autobús en la parada frente a mi casa, luego el tren de cercanías, y más tarde el de media distancia, dando vueltas cada vez más grandes. Esta actividad mejora mi salud al hacerme caminar, salir de la ciudad y respirar aires más puros. Todo esto, junto a descubrir rincones y personas asombrosos, hace de mí un ser más feliz. Gracias a ello, trabajo y rindo mejor, y consigo algunos ascensos y mejoras salariales significativos. Ya reservo fines de semana enteros para dar estas vueltas, por ejemplo, para ir a Suecia a buscar salmón, donde, por cierto, pesco a mi mujer, una modelo sueca de lencería fina. Mi vecino, por el contrario, se muestra cada vez más huraño. Tiene mala cara siempre que lo veo. Al parecer lo han despedido, y creo que me tiene envidia por lo bien que me va en el trabajo. Creo que lo está pasando bastante mal, económicamente hablando, y eso repercute mucho en su salud y humor. Pero bueno, yo sigo ampliando horizontes. Ahora ya reservo alguna semana entera, por ejemplo, para ir en busca de sushi a Japón, aunque, por supuesto, no lo compro allí. Siempre vuelvo a casa para pedirle prestado a mi vecino. Pobrecillo. Sí, perdió el trabajo, está arruinado, y el banco ha ejecutado su hipoteca, así que pronto lo echarán de casa. ¿A quién voy a pedirle yo prestado? Llaman a la puerta. Es el vecino. Quiere que le devuelva la pistola y las balas que me dejó prestadas hace unos meses. Es curioso. Le pregunto “¿Por qué me pides que te las devuelva? Nunca antes me habías pedido que te devolviese nada de lo que me has prestado”. Él responde “Nunca había necesitado nada, hasta ahora”. “¿Ah, sí? ¿Y para que necesitas la pistola y las balas?” “Para esto” me dice, mientras carga el arma, apunta hacia a mí, y dispara. ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
 
Nota: Improvisado a partir de la palabra "pañales", con la aparición en el medio de las palabras "parada de autobús".
 
Nota: Todos los cuentos improvisados se pueden encontrar en este link:


El hombre rodeado por 40 fuegos


El hombre rodeado por 40 fuegos.
Intenta escapar de todos ellos.
Escapa de 39 y el último lo abrasa.
Hubiera preferido que lo atrapase el primero.


merodeas siempre cerca

Merodeas siempre cerca,
sin atreverte a tocarme.
Te perdiste mil veces
verme con traje y sin él.
Sabes que causarías
un cisma en mí
con solo querer.

Déjame odiarte.
Contágiame ese sucio germen
que nos trata tan bien,
pues tu risa me inyecta
la vida a plazos,
y me alerta de extraños
que acepto bajo mi piel.


Memnón de Rodas

No te dejan hacer ni esto ni lo otro.
Hablas poniéndote freno.
Tanteando el terreno, observando sus reacciones.
Aprendiendo, mediante prueba y error, lo que puedes y lo que no puedes decir.
Lo que puedes y lo que no te dejan hacer.


improvised drawing: my son draw the eye and eyebrow one day; another day I found the paper, and completed the drawing randomly (2021)
 

martes, 6 de agosto de 2013

cuento improvisado #1 – la tortuga de Clara

Clara recibió de sus padres como regalo de aniversario una tortuga. No le llevó mucho tiempo constatar que la tortuga tenía el cuello extrañamente fláccido; era incapaz de sostener su propia cabeza, que caía en cuanto Clara dejaba de sostenerla con la mano. Ante la noticia, sus padres llamaron a una franquicia de una cadena de veterinarias, cuya publicidad aparecía en la caja con la que trajeron la tortuga. La cadena era mundialmente famosa por sobredimensionar los recursos que destinaba para cualquier asunto. Clara y sus padres habían oído hablar del tema, pero aun así, cuando unos días después en los telediarios informaron de la arribada de 40 naves al puerto de Barcelona con 40.000 veterinarios a bordo repartidos equitativamente, su asombro fue mayúsculo. Los 40.000 veterinarios se presentaron en casa de Clara y examinaron uno a uno la tortuga. Tras esto, celebraron múltiples sesiones de deliberación para tratar de consensuar el diagnóstico y el tratamiento más indicado. Las sesiones se prolongaron durante 30 días y 30 noches, tras los cuales el portavoz de los veterinarios les transmitió el tratamiento que habían considerado más oportuno: inmovilizar el cuello de la tortuga con el cilindro de cartón de un rollo de papel higiénico durante aproximadamente un mes, mientras se fortalecían sus músculos. Y así hizo Clara, tras despedir a los 40.000 veterinarios, que retornaron a sus barcos y zarparon rumbo a sus respectivos países de origen. Transcurrido algo más de un mes, Clara retiró el cilindro de cartón y contempló complacida como la tortuga era capaz de soportar el peso de su propia cabeza sin problemas. Si eres menor de 18 años pasa al final A. En caso contrario, pasa al final B.

Final A: La tortuga, Clara y sus padres fueron felices y comieron perdices (la tortuga comió las perdices debidamente trituradas).
 
Final B: Al cabo de un par de meses más, recibieron un sobre con la factura por los servicios recibidos, que ascendía a 3.7 millones de $, y tuvieron que hipotecar todas sus pertenencias para poder hacer frente al pago.

Nota del autor: Ningún animal ha sido dañado o vejado durante la redacción de este micro-relato. El autor no se hace responsable de los atropellos de delfines que puedan haber causado las 40 naves en las que viajaban los 40.000 veterinarios. Las tortugas con cuello fláccido son personajes de ficción, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. El autor no se hace responsable de cualquier intento por parte de un lector de intentar conseguir que su tortuga tenga el cuello fláccido.
 
Nota: Improvisado a partir de la palabra "tortuga", con la aparición a mitad del cuento de las palabras improvisadas "40 naves", y, al final del mismo, de las palabras improvisadas "papel higiénico".
 
Nota: Todos los cuentos improvisados se pueden encontrar en este link: