El hombre pájaro se
marchita
como tantos otros en su
cubo de cristal.
Ha topado con su Gran
Cañón del Colorado,
y asoma las puntas de los
pies al precipicio.
No importa que nadie, salvo,
quizás,
él mismo, ella, o alguna enfermedad,
le pueda quitar alas ni
lugares.
Pero el mundo ni de lejos
parece
tan asqueroso ya como
antes.
Ambos
tienen sus neurosis, obviamente,
pero
cazan la mierda que les envuelve.
Y en buena hora recogieron
en taquilla
sus boletos de la lotería,
buceando en esa piscina
llena de fichas
que es su cama, los
cuerpos desnudos.
Cara a cara, ya te dije entonces…
Cara a cara, ya te dije entonces…
cara
a cara, decía, digo, tú y yo,
tumbados
en esa cama tuya.
No
necesito más, ya estaría en casa,
y
tendría, ahora sí, una razón para estar loco.
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