sábado, 1 de febrero de 2025

el fantasma del kitsch

El espectro en el que te has convertido me persigue, como un espejo con patas. Me atosiga y muestra en su reflejo ese otro en el que me podría haber convertido, si en algún punto crítico de mi juventud hubiese hecho el click apropiado –o más bien desgraciado– para empezar a divergir como hiciste tú. Haberlos, los hubo, de esos puntos, y muchos. Créeme, y lo sabes. Aunque tus balbuceos sean ininteligibles para el resto, yo te entiendo. Somos las dos caras de la misma moneda, solo que hace eones una salió cruz, y la otra cayó de canto y se fue rodando. Y tus ojos, esos faros inyectados en sangre, son una ventana al pasado. Historia y futuro ficción. Y si hubiera hecho esto. Y si hubiera hecho lo otro. El fantasma del kitsch. El legado de mil guerras. Las lágrimas derramadas por los que sufrieron sus consecuencias pero no las pudieron luchar.

“¿Pero cómo dices que no tengo inquietudes, payaso?” –me reprochabas. “Mi inquietud es beber. ‘¿Qué pregunta es esa?’ Le dijo la perra al papagayo. No me incordies con tus miserias, ni me fuerces a malgastar mi labia en asuntos tan sumamente banales”. Y así de pronto se desvanecía todo, haciendo crujir los huesos y desapareciendo de mi lado. Un breve huracán en nuestra alcoba. Esos vientos, otrora irresistibles, que amainaban en centésimas de segundo, como queriendo hacernos creer que nunca existieron, que todo fue producto de mi imaginación.

Solo fue de un canto –el que se fue rodando–, que no hubiera divergido como hiciste tú, al abrazo de una hermana enfurecida, para volver a encontrarnos, en nuestras trayectorias divergentes, solo al haber volteado entero el universo, después de viajar cientos de miles de millones de años luz a contrasentido, acaparando con irrefrenable ansia todo el polvo que encontrábamos en el camino. Tú a Londres, y yo a California. Historia y futuro ficción. El experimento de desigualdades de Bell con dos caras de la misma moneda, separadas por un vacío insondable. Ambas siendo y no siendo la cruz al mismo tiempo –aunque todos queremos creer que eso no es posible–, hasta que nadie, ni el más cabrón en la sala, se atrevía a abrir la caja y el pastel, y lanzar al aire la moneda.
 

Alicante, Valencia, Spain (2025)
 

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