viernes, 17 de junio de 2022

viernes, 10 de junio de 2022

Siete días en Nueva Creta (Robert Graves) - 4 - ¿acaso la gente tiene que ser prácticamente idiota?

¿Me acostumbraría algún día a las maneras de cuentos de hadas que tenían los neo-cretenses? ¡Qué ingenuidad de fe tan fantástica! Y sin embargo, sin tal ingenuidad, ¿qué restricciones podían imponerse sobre las picardías individuales? Nada efectivo a la larga, como bien mostraba la historia. Entonces, para llevar lo que los filósofos llaman "la buena vida", sin crimen ni pobreza, ¿acaso la gente tiene que ser prácticamente idiota? Eso parecía: realmente, me dije, sólo durante una época como la última cristiana se exigía el pleno y constante ejercicio del ingenio. El dinero era la mejor amoladera para la inteligencia individual, y en la centuria americana a la que estaba comprometido a mi vuelta [a su vuelta de Neo-Creta, se entiende] iba (…) a ser probablemente la única amoladera.

La libertad de creencia religiosa que teníamos prometida era, naturalmente, una contradicción de términos. Allí donde una autoridad secular central basada íntegramente en el dominio del dinero, se imponía sobre todos los miembros de una nación, tranquilizándoles con la seguridad de que sus creencias religiosas eran de su propia incumbencia privada mientras no se rompía la paz, los verdaderos valores religiosos desaparecían.

No podía existir una verdadera religión excepto en una comunidad teocrática. Y cuando, como en América, se había repudiado incluso una monarquía constitucional, el último vestigio andrajoso de la teocracia primitiva, no quedaban más valores que los monetarios. Cuanto más rico es el hombre, más agudo su ingenio; cuanto más agudo es su ingenio, menos lo es su sentido de la religión. Por otra parte, cuanto más rico es el hombre, mayor es la necesidad de consolidar su posición social, y esto sólo se consigue con una restauración simulada de los valores reemplazados.

Así pues, cuanto más agudo es el ingenio, más majestuosa es la ida a misa, un fenómeno que los americanos señalan con orgullo. ¡Desventurados los hombre ricos de Cafarnaúm! Pero tuvieron su premio sobre la tierra, y aunque Jesús declaró que ningún hombre podía servir a Dios y al Becerro de Oro, sino que debían someterse de todo corazón a la ley mosaica, la ley en sí tintineaba con monedas de oro y plata.

Bueno, yo sólo era un pobre europeo, un recusante incorregible, a quien no reservaban ninguno de los asientos más altos en la sinagoga. Ni tampoco Rusia me seducía en lo más mínimo: el régimen era antipoético. No obstante, si hubiese que elegir entre la idiotez neo-cretense y el super-ingenio americano, era lo bastante simple como para elegir lo primero y evitar las úlceras de estómago, las serpentinas y los trajes de domingo. ¡Pero vamos!

 
Llagostinada de Sant Carles de la Ràpita, Catalunya (2010)
 

jueves, 9 de junio de 2022

Siete días en Nueva Creta (Robert Graves) - 3 - cuando se rebelaron contra la Diosa

– Cuando sus antecesores se rebelaron contra ella [la diosa], inventaron un Dios-Padre cuyo único asunto era la guerra, un demonio feroz que le robó el hacha de batallas y se lanzó a conquistar la humanidad. Desposeyó a la diosa de su soberanía, la convirtió en su esclava y finalmente anunció que ya no existía.

– Si es tan poderosa como ustedes creen, los neo-cretenses, me sorprende que se sometiese a esto.

– No solamente se sometió, sino que además lo organizó ella. Verá: unos cuantos milenios de caos pueden significar muy poco para un inmortal, y ella tenía dos propósitos claros en su mente. El primero era que amaba al hombre y no quería que se sintiese encadenado y reprimido: lo emanciparía y le permitiría que cumpliese con su destino dejándole que descubriera lo absurdo que era crear una deidad suprema en su propia semejanza fálica. Al final volvería voluntariamente a su gobierno. (…) Cabeza de Mazo ya le ha contado los orígenes de Nueva Creta. Cuando llegaron al poder los sofócratas, en un tiempo de desesperación casi universal, los argumentos de ben-Yeshu les persuadieron a fijar colonias de las que se ha desarrollado nuestro presente sistema social. El Consejo Antropológico aceptó el argumento con el cual empezaba el famoso, aunque recargado, libro de ben-Yeshu: “La civilización ha sufrido una crisis de nervios global a resultas de un intento de desarraigar un elemento religioso vital de la herencia psicológica del grupo de sangre alpino dominante”. En otras palabras, acordaron que si la humanidad iba siquiera a sobrevivir, había que restablecer a la diosa en su poder, y habían recogido los suficientes datos arqueológicos como para poder restaurar su culto con el detalle convincente (…)

– Así que ahora estamos de nuevo en los días anteriores a la guerra de Troya –le dije–, sólo que con la ventaja de que el hombre ha aprendido el peligro de rebelarse contra la diosa; y que en el curso de su rebelión ha hecho cierto número de inventos útiles de los cuales aún se beneficia (…) ¿Se ha encontrado alguna vez con el “Grumbling Hive” de Mandeville? Parece ser que ben-Yeshu lo pasó por alto en su lista de utopías.

– No, no ha sobrevivido.

– Bueno, pues viene muy al caso. Él mantenía que la virtud (que definió como cada acto por el cual el hombre, contrariamente al impulso de la naturaleza, intenta beneficiar a su compañero hombre por un deseo racional de bondad) es a la larga perjudicial para la humanidad. Describe una sociedad poseedora de todas las virtudes que cae en la apatía y la parálisis, e insiste en que los vicios privados son beneficiosos al público.
 

Llagostinada de Sant Carles de la Ràpita, Catalunya (2010)