Y a escuchar sólo pocos hay dispuestos,
sin saber a quién o de qué forma.
Se acumula en la garganta,
un ovillo de esparto que no puedo tragar,
y con el que no es posible tejer.
Escasos minutos para colmar anhelos mesiánicos,
gérmenes de frustración que empujan
a gravar con cuchillos el desencanto en la piel.
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