día 0: "¡y el mundo separó!”
* * *
día 30: “¡qué bonito, el
mundo parado!” –piensa el viejo Anasazi, oteando el horizonte, que inspira hondo y espolea a su caballo lejos de la tontería de los hombres–.
* * *
más de 60 días después: “aquí
estoy, el nómada invertido, como cada cual, en su balsa estática, mi pequeño
rincón del mundo que tanto nos hemos llegado a conocer. Si hubo una época en
que experimenté la sensación única que produce el hecho de no saber a dónde irás y dónde acabarás ese día, acostarse al raso en la Bahía de los Espíritus, el fin del
mundo, con el cielo estrellado por techo –sí, lo que digo es muy cursi y
tópico, pero es que es una sensación única y sin parangón, qué le vamos a hacer–, si no hay
palabras para describir la profunda disrupción mental que causa el nomadismo
verdadero, decía, esta situación opuesta, el ratón en el centro del panóptico, creo
que aún no me produce angustia, pero sí lo hace la aceleración del tiempo, y el
que parece que nos queda por delante.
¿Dónde quedarán las promesas que nos hicimos antes que el COVID-19 llamase a la puerta? ¿Retomaremos
nuestras grises discusiones allá donde las dejamos? ¿Es un punto y aparte o un borrón y cuenta nueva,
o solo una indigestión de antropocentrismo –o peor
aún, occidentalo-centrismo–, lo que tenemos? No lo sé. Solo sé que creo que me
sentiré ridículo echándote en cara lo que te echaba en cara los días antes que
Fernando Simón empezase a acompañarnos en cada comida. ¿Tú no? Si no es así, no
te conozco.
¿El amor lo construyen
solo las palabras? ¿Ha cambiado, en estos tiempos en que las palabras han cambiado? ¿Pueden haber cambiado lo que siento por ti, o volveremos a ser los mismos? Porque, ¿cómo se nos hace al ser humano? ¿Cómo se hace uno mismo?
Quiero decir, ¿somos un prisma monolítico de mármol, del que vamos siendo
cincelados cacho a cacho, ex uno lapide, como
el David de Miguel Ángel, de modo que, si se hace una cagada, si el cincel se
va demasiado, la marca se queda ahí para siempre? ¿O nos vamos construyendo paso
a paso desde la nada, argamasa sobre argamasa, barro sobre barro, desde un muñón
informe hasta lo que tenga que ser, con cada nueva palada pudiendo tapar los errores
que se fueron cometiendo anteriormente?
Lo siento mucho, que sólo
te pueda dar preguntas, tantas preguntas que me hago… Dónde estará el político o
sacerdote de turno con todas sus verdades y dogmas cuando se le necesita… Solo quiero
mi petate listo para partir hacia el Valhala de los que murieron con la pluma
en la mano y algo que decir en la punta de la lengua, intentado soltar un último
sermón o pedantería.
Este es el último tren, me
digo, el último tren a un cambio que necesitamos como el aire que respiramos.
Cualquier otra cosa no me vale. No me vale los que protestan porque no les
dejan salir a comprarse un Cayenne y quemar 35 litros de gasolina a los 100 kilómetros. No me vale los que se quejan de que no les dejan volver a su
triste normalidad, la normalidad kamikaze.”
Carpentras, France (2009)
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