El adolescente recibió con curiosidad la nueva excentricidad de su
compañero: por las noches, al acostarse para dormir, le susurraba a los oídos
terroríficos relatos inspirados en el menor de los Jackson –al que, por
supuesto, no se mencionaba nunca por su nombre, sino que siempre estaban protagonizados
por un misterioso Sr. X–. Arturo los inventaba,
pero sorprendentemente su esquizoide intelecto resultó ser una fuente muy
fructífera y verosímil y, lejos de provocar el menor rechazo o reacción en
Pedro, despertaron en él un interés inusitado, y ya no conseguía conciliar el
sueño si Arturo no le contaba antes una de esas historias.
Un par de meses después, Arturo seguía atascado. No lograba recuperar
la ansiada información de la mente del chico, ni daba con el modo idóneo de
revelar su secreto. Por aquél entonces, Pedro ya era perfectamente capaz de
explicarle a Arturo con sus propias palabras que él no era otra víctima de Michael
Jackson. Sin embargo,
como hemos dicho antes, Arturo nunca se atrevió a preguntarle nada sobre el
tema directamente. Por el contrario, probó una última estratagema,
que consistía en ponerle música del susodicho a todas horas, y resultó que a
Pedro también le encantaba. Con el tiempo, y para espanto y sorpresa del Sr.
Arturo, Pedro se fue convirtiendo en una auténtico fanático, y el problema se
agravó el día que descubrió que Michael estaba en la ciudad para hacer un
concierto por todo lo alto.
Pedro insistió tanto en ir, que Arturo no tuvo más remedio que acceder,
a pesar del riesgo enorme que suponía meterse en la boca del lobo, entre todos
esos fans de los que tanto tiempo se habían estado escondiendo, pero, ya
desesperado tras meses de infructuosos intentos, se justificó en su fuero
interno pensando que podía ser el estímulo definitivo para lograr que Pedro
liberase sus recuerdos reprimidos. Y en todo caso, probablemente sería el mejor
escondite, el único lugar en el que los fans no buscarían a Pedro y
tendrían toda la atención puesta en su ídolo...
Pudieron pagar unas entradas en primera fila sin problemas (Arturo se
lo tenía muy callado, pero, aunque no lo parezca, el negocio de las colillas
mueve millones de dólares en el mercado de los sin techo, y guardaba
celosamente sus ganancias en un compartimento secreto en la mitad de perro
disecado que llevaba siempre bajo el brazo).
Durante el concierto, entre toda esa jauría desgañitándose,
consiguieron agarrar unas baquetas que lanzó Michael al público, no sin antes
prometer que el que las agarrase podría acceder a su camerino tras el
espectáculo. Así fue como lograron estar a solas con el Rey del Pop, y Arturo
aprovechó la ocasión para torturarlo simulando que lo ahogaba con sus bolsas de
Mercadona, ante la atónita mirada de Pedro que era incapaz de reaccionar.
Nota: ver secuencia completa de notas sobre la breve y bizarra vida de Pedro Pedersen en el link:
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