“Pero “El Pabellón de Oro” había demostrado que Mishima tenía un conocimiento casi meticuloso de las prácticas del budismo y su capacidad para hacer suyas algunas de esas técnicas de contemplación. Por consiguiente, no es fácil explicarse la primaria y pesada exposición del budismo a lo largo de los tres primeros volúmenes de la tetralogía. Todo sucede como si el autor, apremiado por el deseo de acabar con su obra y con su vida, hubiese lanzado desordenadamente las explicaciones necesarias para el lector, ya que no para él mismo”.
“La necesidad casi paranoica de “normalización”, la obsesión de la vergüenza social que, como bien ha dicho la etnóloga Ruth Benedict, ha reemplazado en nuestras civilizaciones a la del pecado, sin verdadero beneficio para la libertad humana, son ejemplificados aquí casi en cada página, como no lo hubiesen sido en un Japón antiguo, más sosegado ante ciertos temas, o adaptándose a otras normas”.
Mishima o la visión del vacío (Marguerite Yourcenar)
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