Nunca nadie corrió por el ágora gritándolo a los cuatro costados, y los gerastas de la Gerusía tampoco dieron orden de notificarlo con bandos en las diversas plazas o mercados, pero, de un modo u otro, la noticia llegó con celeridad a odios de todos: Éfeso renegaba de la causa ateniense; sus armas estarían ahora con la Liga del Peloponeso.
Nota: Éfeso estuvo en el bando Ateniense y Samos se reveló [1].
A raíz de dicha rebelión, una expedición de castigo ateniense no tardó muchos días en desembarcar y presentarse a escasos estadios de las puertas de poniente. Para desgracia de la polis, la casi totalidad de sus fuerzas estaba en ese momento combatiendo en el Ática. Cuando las humildes gentes de Éfeso se enteraron de la cercana presencia de dicho ejército, la expresión general de incredulidad en los rostros se tornó progresivamente en suspiros de alivio para algunos, y, para muchos otros, en caras de estupor e incertidumbre. Memnón, prudente ante la posibilidad de una oleada de represalias, decide ocultarse dentro de la ciudad. Sin embargo, muy pronto se ve forzado a optar por la vía del exilio, cuando es declarado proscrito por las nuevas autoridades pro-espartanas que han tomado el control de la polis, y cualquier turba se puede tomar la libertad de ajusticiarlo sin tener que argumentar muchas razones para ello, ni hacer frente a graves consecuencias por tal acto.
Nota: La historia continua en esta otra entrada: https://joseirojas.blogspot.com/2016/01/oikumene-3-huida-de-efeso.html
[1] En 440 a.C., la Paz de los Treinta Años fue puesta a prueba cuando Samos, uno de los aliados más poderosos de Atenas, se rebeló contra la alianza. Los rebeldes se aseguraron rápidamente el apoyo de un sátrapa persa, y Atenas se encontró ante la necesidad de encarar revueltas a lo largo de su imperio. Los espartanos, cuya intervención hubiese desatado una guerra para determinar el destino del imperio, convocaron a sus aliados a un congreso para discutir la posibilidad de entrar en guerra con Atenas. No obstante, la decisión del congreso fue no intervenir; los atenienses aplastaron la revuelta y la paz se mantuvo.
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