En tiempos que se pierden en la memoria, en el lejano reino de los hombres de Númenor, los Sexenios y Quinquenios, abominaciones demoníacas gestadas en las tripas de Aqu, cometieron por doquier execrables actos de muerte, vileza y destrucción, y, sin duda alguna, ningún fidalgo deseare ver hoy los susodichos engendros morando nuevamente en nuestros campos y ciudades. Si mintiere al decir esto, a Eru ruego partiese con un rayo mi gaznate, en tantos pedazos como orcos hubieren acampado a las puertas de Gondor, en el legendario asalto de la Ciudadela en los tiempos de la Comunidad del Anillo.
Según cuentan los viejos del lugar, los Sexenios y Quinquenios considerábanse campeones del mal entre los innumerables complementos salariales que asolaron la Tierra Media en la Segunda Era, malignos cánceres que lentamente sangraron y devoraron desde dentro al desdichado Sector Público, para regocijo de su ruín madre Aqu, que Sauron no dudó en ganar pronto para su causa, para desgracia de las buenas gentes allende los mares, puesto que, guiados por la mano de Mordor, corrompiose así, por obra y gracia suya, la sana convivencia en innumerables plazas, y durante demasiados infortunados decenios, moraron numerosos, esos parásitos, asolando las vidas y tierras de muchos y muy humildes gentiles.
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