Había perdido sus tierras
y dinero, y no se preocupaba de los hábitos de la gente alrededor, ya que
prefería soñar y plasmar tales sueños. Cuanto escribiera había despertado la
hilaridad de aquellos a los que se lo había mostrado y, por último, había
dejado de escribir. (…) y hubiera sido casi inútil el intentar traspasar los
sueños al papel. (…) Mientras otros que también escriben pugnaban por despojar
a la vida de las ornadas vestimentas del mito, Kuranes tan sólo aspiraba a la
belleza. (…) No hay mucha gente que sepa cuántas maravillas se les abren en las
historias y visiones de juventud, ya que cuando somos niños oímos y soñamos,
albergamos ideas a medio cuajar, y cuando al hacernos hombres intentamos
recordar, nos vemos estorbados y convertidos en seres prosaicos por el veneno
de la vida.
Celephaïs (H.P. Lovecraft)
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