No es una batalla. No es ninguna lucha. No me jodan. Ni lucha, ni batalla. No es nada de eso. Es un fluir. Otro fluir. Un fluir diferente al habitual. Con otras condiciones de contorno. Que no nos mareen los yonkis del TED talk. Un día te sienta el doctor o la doctora, y te dice que tienes esto o aquello. Y tú escuchas. Asientes. Estás ahí, pero como si no estuvieses. Como cuando ves la TV a la hora de la siesta. Como la mayor parte de tu vida, vamos.
Si me apuran esos jodidos vendedores de crece-pelo con su lírica homérica, puede que sí acepte su analogía si me hablan de una maldita guerra. Como todas. Como la primera, la última, y la más sucia. Pero no una guerra en la que peleas o puedes pelear. Es una que te pasa por ahí. Que te atropella violentamente o de forma lenta. Varias veces. Que no la puedes controlar. En la que no eres más que otro daño colateral. La babosa en el camino del senderista, o el suertudo a cuyo lado cayó la bomba con espoleta defectuosa, el mísil con el chip cortocircuitado. Pero no un partisano ni un héroe de ninguna epopeya. Nada de eso. Que no nos coman el tarro los adalides del pensamiento positivo. Al enemigo no puedes mirar a los ojos. El enemigo eres tú. Está dentro de ti. Te carcome y te engulle. El hombre que se ahoga en su propia queja. Su boca se inunda de su yo fundido, que se adentra en su propio interior.
Me robaron el tiempo para no decirte nada. El tiempo que tan denodadamente necesitábamos para ignorarnos. Callados el uno al lado del otro. Nada ni nadie debería tener el poder de hacernos tamaña putada. ¿Cómo perdona el niño al padre ausente? ¿De dónde emana ese rencor? ¿Dónde permaneció oculto todos estos años? ¿O es que te echo en cara que parecía que no peleases, mi juicio viciado por el veneno ponzoñoso de esos miserables yonkis del TED talk? Que no nos jodan más. No es una batalla. No es ninguna lucha. Que dejen de meternos presión. De avergonzar y culpar al enfermo por el supuesto fracaso. Por no haber “luchado lo suficiente”. Simplemente estás ahí. Esperando lo que sea. Que salga la cara o la cruz. La espoleta roída o la que funciona.
Dedicado a mi padre y a Miguelito/Miguelón
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