Pero entre todas
las recomendaciones de la agenda 2010, una ha calado hondo en el pueblo: la
Hartz IV (…) unifica el subsidio social con la prestación de desempleo, de
manera que vincula dos situaciones que siempre habían sido radicalmente diferentes.
A partir de la Hartz IV, un pobre es un pobre, da igual si es un ingeniero que
no encuentra trabajo o un alcohólico con problemas paranoides. O estás dentro o
estás fuera. (…) esta unificación tiene como objetivo el control de la masa sin
ingresos para poder presionarla legalmente a que acepte trabajos infra-retribuidos.
La trampa es que
por una parte se garantiza la protección; los beneficiarios cuentan con la garantía
de prestación de ayudas básicas: educación y sanidad gratuita, dependencia,
calefacción, etc. Pero, por otra, deben aceptar hacer trabajos de interés
comunitario como, por ejemplo, barrer el parque a un euro por hora. A los
nuevos marginados, exactamente como pasaba en el siglo XVII, se les instala en
lugares en los que expían la culpa de su pobreza trabajando gratis (…). El
Estado ya no debe contratar barrenderos o jardineros sindicados, pues con los
siervos se las apaña. Se difumina de manera inquietante el concepto de trabajo,
y se sortean la idea de parado y sobre todo de retribución.
El Hartz IV, en
combinación con los minijobs, sirven
también para mantener bajas las cifras oficiales de parados. Cualquier actividad,
por más explotadora que sea, es un trabajo, y el que la lleva a cabo, por más
desprotegido que esté, adquiere el rango de trabajador. En otras palabras, se
permite la servidumbre a la vez que se la oculta bajo las estadísticas, siempre
favorables, de empleo.
Con el tiempo, los Hartz IV podrán ser vendidos
o alquilados a empresas que necesiten mano de obra a un euro. La dimensión del Hartz
IV no es nada marginal. Sin él, el índice de paro en Alemania superaría el 15%.
(…) la población en riesgo de pobreza sustituye hoy en día al viejo lumpen-proletariado
marxista, aunque ejerciendo la misma función productiva y clientelista. Nace
una clase latente, los limbolaboradores, situados fuera del reconocimiento
social y de la autoestima, pero a cubierto de la rebelión mediante la sopa boba.
Un estrato social alimentado con subsidio y televisión: una clase estabulada.”
Posteconomía (Antonio Baños Boncompain)
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