martes, 18 de noviembre de 2025

Techno-feudalism (Yanis Varoufakis) - 15 - socialism or barbarism?

What would have to happen for capitalism to disappear? In your youth, you had a precise answer: capitalism, like Dr. Frankenstein, would indirectly bring about its own demise, a deserved victim of its principal creation: the proletariat. You were convinced that capitalism was giving rise to two great factions destined to clash: the capitalists, who didn't physically work with the revolutionary technologies they possessed; and the proletarians, who worked day and night in, on, under, or with these technological marvels, from merchant ships and railroads to tractors, conveyor belts, and industrial robots. The revolutionary technologies weren't a threat to capitalism. But the revolutionary workers who knew how to operate those incredible machines were. 
 
The more capital dominated the global economic and political sphere, the closer the two sides would come to clashing in a crucial battle. At its conclusion, for the first time, good would have triumphed over evil on a planetary scale. The irreconcilable division of humanity, between owners and non-owners, would be healed. Values ​​would never again be reduced to prices. And humanity would finally reconcile with itself, making technology cease to be its master and instead become its servant. 
 
In practice, your vision meant the birth of a truly technologically advanced socialist democracy. Collectively owned capital and land would be used to produce what society needed. Managers would be accountable to the employees who elected them, to customers, and to society as a whole. Profit, understood as a driving force, would disappear because the distinction between profit and wages would cease to be relevant: all employees would be equal shareholders, and their compensation would come from their company's net income. The simultaneous demise of the stock market and the labor market would make banking a rigid sector, like public utilities. Consequently, markets and concentrated wealth would lose their brutal power over communities, allowing us to collectively decide how to provide healthcare and education and protect the environment. 
 
Things could not have turned out more differently. Even in Western countries where national unions were powerful (...), wage earners failed to organize effectively and ended up accepting the idea that capitalism was the “natural” system. Solidarity between workers in the North and the South remains a frustrated dream. Capital continues to grow stronger. And in those places where revolutions based on your vision triumphed, sooner or later life ended up resembling a cross between Animal Farm and 1984 by George Orwell. I will never forget when you confessed to me, while telling me horrific stories of the years you spent in Greek prison camps for leftists, what feeling overwhelmed you most then: that if our side had come to power, you would probably be in the same prison but with different guards. It was a reflection of the anguish felt by genuine leftists around the world: good people, devoted to a vision, who ended up in gulags guarded by former comrades or, worse still, in positions where they wielded the very kind of power their ideology detested.
 
However, your prediction is holding up remarkably well, though not in the way you would have liked. Capitalism is dying; it is an indirect and deserved victim of its greatest creation: the Cloudalists, not the proletariat. And little by little, the two great pillars of capitalism (profit and markets) are being replaced. Unfortunately, instead of a post-capitalist system that finally remedies human divisions and ends the exploitation of people and the planet, the system that is taking shape intensifies and generalizes exploitation in ways that were previously unimaginable, except perhaps for science fiction writers. Thinking back, Dad, why do we let ourselves be lulled by the comforting illusion that the death of something bad would necessarily bring us something better? Rosa Luxemburg's devastating question, "Socialism or barbarism?", was not rhetorical. Undoubtedly, the answer could be barbarism, extinction.
 
***
 
¿Qué tendría que suceder para que el capitalismo desapareciera? En tu juventud tenías una respuesta precisa: el capitalismo, como el Dr. Frankenstein, provocará indirectamente su propia muerte, víctima merecida de su principal creación: el proletariado. Estabas convencido de que el capitalismo estaba dando lugar a dos grandes bandos destinados a enfrentarse: los capitalistas, que no trabajaban físicamente con las tecnologías revolucionarias que poseían; y los proletarios, que trabajaban día y noche en, sobre, bajo o con estas maravillas tecnológica, desde barcos mercantes y ferrocarriles hasta tractores, cintas transportadoras y robots industriales. Las tecnologías revolucionarias no eran una amenaza para el capitalismo. Pero los trabajadores revolucionarios que sabían hacer funcionar esas máquinas increíbles sí lo eran.

Cuanto más dominara el capital la esfera económica y política mundial, más cerca estarían ambos bandos de enfrentarse en una batalla crucial. A su término, por primera vez, el bien habría vencido al mal a escala planetaria. La irreconciliables división de la humanidad, entre propietarios y no propietarios, quedaría sanada. Los valores nunca más se reducirían a precios. Y la humanidad se reconciliaría por fin consigo misma y haría que la tecnología dejara de ser su ama para convertirse en su sierva.
En la práctica, tu visión significaba el nacimiento de una verdadera democracia socialista tecnológicamente avanzada. El capital y la tierra de propiedad colectiva se usarían para producir lo que la sociedad necesitara. Los directivos responderían ante los empleados que los eligieron, ante los clientes y el conjunto de la sociedad. El beneficio, entendido como fuerza motriz, desaparecería porque la distinción entre beneficio y salarios dejaría de tener sentido: todos los empleados serían accionistas paritarios y su remuneración procedería de los ingresos netos de su empresa. La muerte simultánea del mercado de acciones y del mercado laboral convertiría a la banca en un sector rígido, como el de los servicios públicos. En consecuencia, los mercados y la riqueza concentrada perderían su brutal poder sobre las comunidades, permitiéndonos decidir colectivamente cómo prestar servicios sanitarios y educativos y proteger el medioambiente.

Las cosas no podría haber salido de manera más diferente. Incluso en los países occidentales donde los sindicatos nacionales eran poderosos (…), los trabajadores asalariados no consiguieron organizarse eficazmente y acabaron aceptando la idea de que el capitalismo era el sistema “natural”. La solidaridad entre los trabajadores del norte y lo del sur sigue siendo un sueño frustrado. El capital no deja de fortalecerse. Y en aquellos lugares donde triunfaron revoluciones que apostaban por tu visión, tarde o temprano la vida acabó pareciéndose a un cruce entre Rebelión en la granja y 1984, de George Orwell. Nunca olvidaré cuando me confesaste, mientras me contabas horribles historias de los años que pasaste en los campos de prisioneros para izquierdistas griegos, cuál era el sentimiento que más te abrumaba entonces: que, si nuestro bando hubiera llegado al poder, probablemente estarías en la misma prisión pero con guardias diferentes. Era un reflejo de la angustia que sentían los auténticos izquierdistas en el mundo: buenas personas, entregadas a una visión, que acabaron en gulags custodiados por antiguos camaradas o, pero aún, en puesto donde ejercían el tipo de poder que su ideología detestaba.

Sin embargo, tu predicción está aguantado muy bien, aunque no de la manera que desearías. El capitalismo está muriendo, está siendo víctima indirecta y merecida de su mayor creación: los nubelistas, no el proletariado. Y poco a poco, los dos grandes pilares del capitalismo (el beneficio y los mercados) están siendo sustituidos. Por desgracia, en lugar de un sistema post-capitalista que remedie por fin las divisiones humanas y acabe con la explotación de las personas y del planeta, el sistema que se está conformando intensifica y generaliza la explotación de maneras que hasta ahora eran inimaginables, salvo quizás para los escritores de ciencia ficción. Haciendo memoria, papé, ¿por qué nos dejamos llevar por la tranquilizadora ilusión de que la muerte de algo malo nos traería necesariamente algo mejor? La devastadora pregunta de Rosa Luxemburgo, “¿socialismo o barbarie?”, no era retórica. Sin duda, la respuesta podría ser barbarie, extinción.
 
 
Jaisalmer, Rajasthan, India (2010)
 

domingo, 16 de noviembre de 2025

Techno-feudalism (Yanis Varoufakis) - 13 - can we mortals ever reclaim the power of the cloud-dwelling aristocracy?

(…) Dad, let’s return for a moment to your beloved Hesiod. Besides warning us that every new era shaped by revolutionary technology gives rise to a generation whose members “will never cease to be burdened with toil and miseries by day, nor to be corrupted by night,” Hesiod also bequeathed us a crucial allegory: that of an aristocracy of gods dwelling above the clouds surrounding Mount Olympus, jealously clinging to their exorbitant power over us mortals. By depicting this world as the natural and eternal order of things, Hesiod poses a difficult question to humanity, as pertinent to us as it was to the Iron Age generation: can we mortals ever reclaim the power of the cloud-dwelling aristocracy? And, if we did, would we know what to do with that power? In other words, was Prometheus a fool to steal fire from the gods? And if he wasn't, what would be the task of the modern Prometheus in the age of cloud capital? This is the ultimate question that I will try to answer in the last chapter of this book.
 
*** 
 
(…) papá, volvamos por un momento a tu querido Hesíodo. Además de advertirnos de que toda nueva era conformada por una tecnología revolucionaria da lugar a una generación cuyos miembros “no cesarán de estar abrumados de trabajos y de miserias durante el día, ni de ser corrompidos durante la noche”, Hesíodo también nos legó una alegoría crucial: la de una aristocracia de dioses que habitan por encima de las nubes que rodean al monte Olimpo, aferrándose celosamente a su exorbitante poder sobre nosotros, los mortales. Al describir este mundo como si se tratara del orden natural y eterno de las cosas, Hesíodo plantea a la humanidad una pregunta difícil, tan pertinente para nosotros como lo fue para la generación de la Edad del Hierro: ¿podremos los mortales reclamar alguna vez el poder de la aristocracia que habita en las nubes? Y, si lo consiguiéramos, ¿sabríamos qué hacer con ese poder? En otras palabras, ¿fue Prometeo un necio al robar a los dioses el fuego de la tecnología? Y, si no lo fue, ¿cuál sería la tarea del moderno Prometeo en la era del capital en la nube? Ésta es la pregunta definitiva que trataré de responder en el último capítulo de este libro.
 
 
Prague, Czech Republic (2014)
 

sábado, 15 de noviembre de 2025

Techno-feudalism (Yanis Varoufakis) - 12 - what does a word hold?

5. what does a word hold?

Set on the island of Lesbos, Daphnis and Chloe is the oldest surviving romantic novel. Written by Longus in the 2nd century AD, it tells the story of two young people who fall in love, but are so innocent that they don't understand what is happening to them or know what to do about it. It isn't until Chloe begins searching for words to describe Daphnis's beauty that she falls in love with him.

When a word is well-defined, Simone Weil wrote in 1937, it helps us "to understand a concrete reality or objective, or a way of acting. Clarifying ideas, discrediting intrinsically empty words, and defining the use of other words through precise analysis is, strange as it may seem, a way of saving human lives" (quote from an essay entitled The Power of Words, inspired by her experience during the Spanish Civil War).

It is tempting to think that it doesn't matter what we call the system in which we live. Whether we call it technofeudalism or hypercapitalism, the system is what it is, regardless of the word we use to describe it. It may be tempting, but it's a mistake. Reserving the word "fascist" for regimes that truly fall into that category and refraining from using it to describe others that, however unpleasant they may be, are not, is highly relevant. Calling a viral outbreak a pandemic can be vital for mobilizing against it. The same is true of the global system in which we live: the word we use to describe it can profoundly influence whether we are more likely to perpetuate and reproduce it or whether we can challenge and even overthrow it.
 
Just as the Napoleonic Wars gave new impetus to feudal power, the war in Ukraine and its inflationary effects are reviving the fortunes of land-based capital, including the moribund fossil fuel sector. And yet, as in the 1770s, to describe the current nascent system in terms of the past—to call it hypercapitalism, platform capitalism, or rentier capitalism—would not only be a failure of imagination but would ignore the great transformation of our society that is taking place now. 
 
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5. ¿qué encierra una palabra?
 
Ambientada en la isla de Lesbos, Dafnis y Cloe es la novela romántica más antigua que se conserva. Escrita por Longo en el s. II d.C., cuenta la historia de dos jóvenes que se enamoran, pero que son tan inocentes que no entienden lo que les ocurre ni saben qué hacer con ello. Hasta que Cloe no empieza a buscar palabras para describir la belleza de Dafnis, ella no se enamora de él.

Cuando una palabra está bien definida, escribió Simone Weil en 1937, nos ayuda "a comprender una realidad o un objetivo concretos, o una manera de actuar. Aclarar ideas, desacreditar palabras intrínsecamente vacías y definir el uso de otras palabras mediante análisis precisos es, por extraño que parezca, una forma de salvar vidas humanas" (cita de un ensayo titulado El poder de las palabras, inspirado en su experiencia durante la Guerra Civil española).

Es tentador pensar que no importa cómo llamamos al sistema en el que vivimos. Ya lo llamemos tecnofeudalismo o hipercapitalismo, el sistema es el que es, con independencia de la palabra que utilicemos para describirlo. Tal vez sea muy tentador, pero es un error. Reservar la palabra fascista para los regímenes que de verdad entran en esa categoría y abstenerse de utilizarla para describir otros que, por desagradables que resulten, no lo son, es muy relevante. Llamar pandemia a un brote viral puede ser vital para movilizarse contra él. Lo mismo ocurre con el sistema global en el que vivimos: la palabra que utilicemos para describirlo puede influir profundamente en si somos más propensos a perpetuarlo y reproducirlo o si podemos desafiarlo e incluso derrocarlo.
 
(...) Del mismo modo que las guerras napoleónicas dieron un nuevo impulso al poder feudal, la guerra de Ucrania y sus efectos inflacionistas están reviviendo la suerte del capital terrestre, incluso del moribundo sector de los combustibles fósiles. Y sin embargo, al igual que sucedió en la década de 1770, describir el incipiente sistema actual en términos del pasado (llamarlo hipercapitalismo, capitalismo de plataformas o capitalismo rentista) no solo sería un fracaso de la imaginación, sino que ignoraría esa gran transformación de nuestra sociedad que está teniendo lugar ahora. 
 

 
cape Maria Van Diemen, cape Reinga, North Island, New Zealand (2013)
 

viernes, 14 de noviembre de 2025

Macarras interseculares (Iñaki Domínguez) - 2 - la España rancia

La España rancia y reaccionaria se sustenta en una cultura que, como diría Nietzsche, es enemiga de la vida.
 
España vivía una neurosis fundamentada en el rechazo al sexo y un renegar de la naturaleza biológica.
 
                                    Macarras interseculares (la novela gráfica), de Iñaki Domínguez, Ed. Astiberri
 
 
Macarras interseculares (la novela gráfica), de Iñaki Domínguez, Ed. Astiberri
 

domingo, 2 de noviembre de 2025

elogio de la lectura

En tiempos de ruido, velocidad y algoritmos que piensan por nosotros, leer sigue siendo el acto más íntimo y revolucionario de todos. Elogio de la lectura. Artículo de Pep Martorell:
 
"Jordi Nadal, buen amigo y gran editor, me puso sobre la pista hace unos días de un artículo publicado por Antonio Scurati en El País. Bajo el título “Declive de la literatura, amenaza para la democracia”, el autor reflexiona sobre cómo la pérdida de la lectura profunda (esa que requiere atención, pausa y empatía) está erosionando las bases mismas del pensamiento crítico y, con él, de la democracia.

Conecté enseguida esas ideas con los primeros artículos científicos que empiezan a alertar sobre el declive de las capacidades cognitivas cuando hay un uso masivo e indiscriminado de las nuevas herramientas de inteligencia artificial (IA). Introduciré luego algunas referencias.

Scurati parte del célebre discurso de Albert Camus al recibir el Nobel en 1957, donde afirmaba que su generación no estaba destinada a rehacer el mundo, sino a impedir su destrucción. Y lo actualiza con una observación inquietante: el predominio de las redes sociales y de la lectura superficial está generando un nuevo tipo de analfabetismo funcional. Personas que leen mucho, pero comprenden poco; que opinan rápido, pero piensan despacio.

“El declive de la capacidad de lectura profunda se ve acompañado por un verdadero declive de las capacidades intelectuales fundamentales”
 
Estas ideas empiezan a ir en paralelo con las conclusiones de estudios como el publicado recientemente por investigadores de Microsoft y Carnegie Mellon bajo el título “The Impact of Generative AI on Critical Thinking”. El trabajo muestra que quienes utilizan herramientas de IA generativa realizan un esfuerzo mental significativamente menor y confían menos en sus propias respuestas. En lugar de amplificar la cognición, la IA puede, en ocasiones, reemplazarla. Dice el artículo: “Usadas de forma inadecuada, las tecnologías pueden, y de hecho lo hacen, provocar el deterioro de facultades cognitivas que deberían preservarse.”

La lectura, en cambio, hace justo lo contrario. Nos obliga a detenernos, a concentrarnos, a conectar ideas, a empatizar con otros mundos posibles. En un tiempo en que pensar cuesta y distraerse es fácil, leer es un acto de resistencia. Y quizás también, como sugería Camus, la manera más humilde y poderosa de evitar que el mundo se destruya.

Escribía recientemente un post haciendo un elogio de la escritura, a partir de una editorial de Nature. En la misma línea, el texto de Scurati me inspira este elogio de la lectura. Dos capacidades profundamente humanas que tendremos que proteger."

                                                                        Pep Martorell (artículo en Nueva Revista Substack)


monasterio abandonado en el Bajo Aragón, Aragón, Spain (2025)
 

domingo, 19 de octubre de 2025

muerte al que no me reviente el suelo

En la estación de metro de Bedford Avenue mora un faro que marca el punto de partida de todos los caminos, pero de los caminos de hierro postmodernos, que ya no conducen a Roma sino a Sodoma, donde el cuerpo de ninguna persona logra resistir el disolverse en mil pecados y tribulaciones, embutidos en una primera versión rupestre del hyperloop de E. Musk hecha de hojalata, a través de las profundidades de los océanos más oscuros. Un supositorio por el ano del Averno.

Hasta el observador menos aventajado puede concluir de las miradas de los centenares de viajantes que pasan a cada segundo junto al faro que a la gente le falta algo en sus vidas, pero les diría que no hay razón para estar tan enojado, 1000 millones de personas sufren de hambre y no son una de ellas. Muy probablemente, lo más duro que jamás les vaya a ocurrir es que se les caiga el teléfono en el wáter, canta el músico callejero, del que a uno le cuesta discernir si se trata de un hobo o es que va disfrazado de Jesucristo Superstar, con su larga melena sucia y lacia.

Aun así, a estos tristes peones del sistema –el Soylent Green, los protein blocks, el mojo picón que alimenta al fantasma de la máquina, proveyéndolo de los nutrientes que tanto necesita para perpetuarse y continuar subyugándonos–, a estos tristes personajes, decía, grasientos eslabones lacerados que esperan cabizbajos la llegada del metro, parece no importarles que el Shai-Hulud de acero, rugiendo por las entrañas de la ciudad que no duerme, de tan rápido y cerca que pasa de sus narices, les pueda cercenar los brazos con los que sujetan sus maletines y móviles de camino a la oficina, la gabardina manchada de sangre espesa. O que el aliento que sienten en la nuca es el de un pobre desgraciado que está en ese justo momento decidiendo si se tira él a la vía, o si empuja al que tiene delante. Así de absortos están por las pantallas de los mismos, devorando mierdas dispares tan banales. Horror cósmico que hace palidecer a los muertos. Ríete de los cuentos de Lovecraft, monjita de la caridad, esbirra de la Madre Teresa de Calcuta. Cthulhu es solo el lobo de la Caperucita chutado. Muerte al que no me reviente el suelo, con los pies, gritando y desgañitándose de rabia por lo estrecho del aro por el que nos están haciendo pasar. No, de verdad. Muerte al que no me reviente el suelo. Y sino, seré yo el que le reviente la cara, o mejor, lo empuje a la vía, a las fauces del gran gusano de acero.

Clint Eastwood in Pale Rider (1985), drawing made in a bar in Alicante, País Valencià, Spain (2025)


sábado, 18 de octubre de 2025

Techno-feudalism (Yanis Varoufakis) - 11 - las consecuencias imprevistas de 2008

The secret of the new ruling class
The technologies that gave rise to cloud capital have proven more revolutionary than any of their predecessors. They have allowed cloud capital to develop capabilities that previous types of capital goods never had. It has simultaneously become an attention-getter, a desire-maker, a driver of proletarian labor (cloud proletarians), a trigger for a massive, free labor force (cloud serfs), and a creator of privatized digital transaction spaces (cloud fiefdoms like amazon.com) in which neither buyers nor sellers enjoy the choices they would have in normal markets.
 
In this process, the cloudalists—some consciously, others unthinkingly—have changed everything that previous versions of capitalism had taught us to take for granted: the idea of ​​what constitutes a commodity, the ideal of the autonomous individual, the ownership of identity, the context of politics, cultural propagation, the nature of the state, the structure of geopolitics. How did the cloudalists finance all this? (…) How on earth did the cloudalists convince the big central banks to finance them in this way?
 
The unintended consequences of 2008
In the 15 years since capitalism had its near-death experience, central banks (…) have been printing money and funneling it to financiers. In their view, they have thus saved capitalism. In fact, they have changed it completely, by helping to finance the emergence of cloud capital. 
 
(…) In April 2009, the G7 central bankers (…) agreed to do whatever was necessary to bail out the banks. It was the sensible thing to do. The absurdity was that, in addition to saving the failed banks, they bailed out the bankers responsible for their failure—whose behavior had been almost criminal—and for their disastrous practices. What's worse, in addition to practicing socialism with the bankers, they subjected the working class to brutal austerity. Cutting public spending in the midst of a recession is always a terrible idea. Doing so while printing mountains of money for the financiers wins the prize for sheer stupidity. Not only was it a blatant double standard that did incalculable damage to a generation's faith in the political class, but it also had a lethal effect on the economy.
 
Austerity is not only bad for workers and people who need the State aid in difficult times, but it also kills investment. (…) Inequality did not decrease because the incomes of the poor grew more slowly than those of the rich, but because their incomes actually decreased, while financiers and large corporations accumulated profits. When an activist State extraordinarily enriches bankers whose almost criminal activities drove a majority of the population into poverty, while they are punished with counterproductive austerity, two new disasters are created: poisoned politics and economic stagnation. There's no need to delve into poisoned politics; we've all endured the nightmare, from the neo-Nazis in Greece to Donald Trump. But (…) why does the increase in wealth of the ultra-rich stagnate capitalism?
 
***

El secreto de la nueva clase dirigente
Las tecnologías que engendraron el capital en la nube han demostrado ser más revolucionarias que cualquiera de sus predecesoras. Han servido para que el capital en la nube desarrollara capacidades que nunca tuvieron los anteriores tipos de bienes de capital. Se ha convertido, al mismo tiempo, en captador de atención, fabricante de deseos, impulsor del trabajo proletario (los proletarios de la nube), desencadenante de una mano de obra gratuita y masiva (los siervos de la nube), y además, en creador de espacios de transacción digital privatizados (los feudos de la nube como amazon.com) en los que ni los compradores ni los vendedores disfrutan de las opciones que tendrían en los mercados normales.

En este proceso, los nubelistas –algunos de manera consciente, otros sin pensarlo– han cambiado todo lo que las versiones previas del capitalismo nos habían enseñado a dar por sentado: la idea de qué constituye una mercancía, el ideal del individuo autónomo, la propiedad de la identidad, el contexto de la política, la propagación cultural, la naturaleza de Estado, la estructura de la geopolítica. ¿Cómo financiaron los nubelistas todo esto? (…) ¿Cómo demonios convencieron los nubelistas a los grandes bancos centrales de que los financiaran de esta manera?

Las consecuencias imprevistas de 2008
En los 15 años transcurridos desde que el capitalismo tuvo una experiencia cercana a la muerte, los bancos centrales (…) han estado imprimiendo dinero y canalizándolo hacia los financieros. A su juicio, así han salvado al capitalismo. En realidad, lo han cambiado por completo, al contribuir a financiar la aparición del capital en la nube.

(…) en abril de 2009, los banqueros centrales del G7 (…) acordaron hacer lo que fuera necesario para reflotar a los bancos. Era lo sensato. Lo absurdo fue que, además de salvar a los bancos quebrados, rescataron a los banqueros responsables de su fracaso –cuyo comportamiento había sido casi delictivo– y de sus fatales prácticas. Lo que es peor, además  de practicar el socialismo con los banqueros, sometieron a la clase trabajadora a una austeridad brutal. Recortar el gasto público en medio de una recesión es siempre una pésima idea. Hacerlo mientras se imprimen montañas de dineros para los financieros se lleva el premio a la estupidez manifiesta. No solo se trató de un descarado doble rasero que hizo un daño incalculable a la fe de una generación en la clase política, sino que tuvo un efecto letal en la economía.

La austeridad no solo es mala para los trabajadores y las personas que necesitan ayuda del Estado en épocas difíciles, sino que, además, acaba con la inversión. (…) La desigualdad no disminuyó porque los ingresos de los pobres aumentaran con mayor lentitud que los de los ricos, sino porque sus ingresos disminuyeron en realidad, mientras los financieros y las grandes empresas acumulaban ganancias.

Cuando un Estado activista enriquece extraordinariamente a los banqueros cuyas actividades casi delictivas llevaron a la miseria a una mayoría de la población, mientras ésta es castigada con una austeridad contraproducente, se provocan dos nuevas desgracias: una política envenenada y un estancamiento de la economía. No hace falta profundizar en la política envenenada, todos hemos soportado la pesadilla que va desde los neonazis de Grecia hasta Donal Trump. Pero (…) ¿por qué el hecho de que los ultrarricos aumenten su riqueza estanca el capitalismo?
 
 





Techno-feudalism (Yanis Varoufakis)
 

viernes, 17 de octubre de 2025

la mujer de alabastro

La mujer de alabastro muda su piel.
Se cuartea y se tiñe de gris.
Con las escamas desprendidas,
seca sus lágrimas,
da brillo a sus recuerdos
y secciona los que le disgustan.


Català:
La dona d’alabastre muda la seva pell.
S’esmicola i es tenyeix de gris.
Amb les escames que s’han desprès,
eixuga les seves llàgrimes,
dóna lluentor als seus records
i secciona aquells que no li plauen.



"la mujer de alabastro" (2025), de la representación teatral de "La Noche", de Abilio Estévez, Madrid, mayo de 2000
 

lunes, 29 de septiembre de 2025

No Logo (Naomi Klein) - 1 - a bunch of impenetrable corporations decide so many issues of the world politics

During the 1970s, the companies fine-tuned their capacity to act as a class, sacrifying their competitive instinct in favor of their unity and in favor of a cooperative action in the legislative arena. (...) a shared interest for undermining laws (such as those devoted to protecting the rights of consumers) and for pushing forward the reform of the labor laws became the dominant topic in the politics strategy of companies.
                                                      The New Politics of Inequality, Thomas Edsall, 1985

What do open and responsible Parliaments and Congresses serve for, if a bunch of impenetrable corporations decide so many issues of the world politics in the back alley? (page 395)

The last decades, many civic movements have tried to invert the conservative economic trends by electing liberal, labourist or social-democrat governments, only to discover that their economic politics is the same, or that it is yet more directly subjected to the wills of the international corporations. Centuries of democratic reforms have allowed creating more transparent governments but have been revealed soon as inefficient in the new climate of multinational power. What do open and responsible Parliaments and Congresses serve for, if a bunch of impenetrable corporations decide so many issues of the world politics in the back alley?

(…) An important defeat occurred in 1986, when the US government managed to eliminate the barely known Commission of the United Nations on Transnational Corporations. Founded in the mid-1970s, this commission was devoted to elaborate a universal code of conduct for those companies. Its goals were to prevent abuses by corporations, like the selling of medicines in developing countries which were illegal in the developed world, examining the labour and environmental effects of the exportation of industries to developing countries, and imposing more transparency and responsibility to the private sector.


sábado, 20 de septiembre de 2025

desde que decidimos resolver la tensión sexual no resuelta

Desde que decidimos resolver la tensión sexual no resuelta, se jodió todo. Ese podría ser el resumen de nuestra película. Ese era el MacGuffin en esta aventura nuestra, y bien pronto que lo echamos a perder –demasiado pronto, nos diría el maestro Hitchcock–, con lo que inevitablemente la parte subsiguiente de la historia estaba condenada a aburrir al personal, así que no preguntes qué es lo que falló, qué es lo que nos hizo fracasar. Da igual. ¿A quién le importa? Revelamos el pastel en la primera temporada, y ya nadie quiso quedarse a ver la segunda. Normal. Ya nadie se acuerda. Y al quedar constancia o registro audiovisual de casi todo, el pasado no existe como tal. Está con nosotros en el presente en cada instante. El pasado no existe. La primera temporada no existe, y la segunda perdió la poca gracia que pudiese tener. Mulder y Scully se acostaron al primer calentón. Jack y Rose fornicaron al primer roce en todos los rincones del Titanic. Y al final resulta que solo eres un pequeño montón de viejas fotografías.

Lo importante –lo que queda– es que por la pena entra la bestia. Y vaya si entró. Como un miura a cornear los ojetes de los diestros. Una pena tóxica y pegadiza; el chapapote en la Costa da Morte que fulminó de pura tristeza a Man el Alemán, que vio morir ante sus ojos a la Mar, su gran amor, sin poder hacer nada para remediarlo. Una pena viscosa y densa; la lava del volcán, dejándonos carbonizados, ariscos, espinosos e impracticables como el malpaís de nuestra querida isla de Lanzarote, arrasados por dentro y por fuera, siempre a punto de estallar, una tierra yerma en la que nunca crece nada. Por la pena entra la bestia. Y vaya si entró. Una bestia virulenta que me azota cada noche, no desde allí donde lo dejó la noche anterior, sino de nuevo cada vez desde el principio, cual Sísifo arrastrando su roca en la ladera de la montaña. Y es que resultó que solo en eso consistía la función. Comer. Dormir. Follar. Y jugar al Mario Kart.
 
 
playa de la Montaña Bermeja, Yaiza, Lanzarote, Canary Islands (Spain)
 

sábado, 6 de septiembre de 2025

Macarras interseculares (Iñaki Domínguez) - 1 - el Opel Manta

El Francés [miembro y fundador de La Panda del Moco]: “La Panda del Moco es eso, no hay más. Pero muy intenso. Lo que pasa es que en esa época en Madrid no había malos… Bueno, yo conocí al Jaro [delincuente juvenil en cuyo personaje se basa la película de cine quinqui Navajeros (1980); murió a la edad de 16 años]… robando coches en un garaje. Cerca de la Iglesia de los Mexicanos… En el parque de Berlín… Y nos encontramos ahí con el Jaro. La madre de uno de  nuestros amigos llevaba un parking o un garaje y le robábamos todas las llaves. Íbamos todos a por el mismo coche, el Open Manta (*).”

(*) Juanjo, un informador de la época, comenta: “Los coches de los macarras de los ochenta eran el Open Manta, el Ford Capri y el Toyota Celica”.
 
                                             Macarras interseculares, de Iñaki Domínguez, Ed. Melusina


cuando la naturaleza se desacralizó [por culpa de la religión, claro], y se empezó a joder todo

 
La unidad en la visión de una deidad suprema contribuyó a una mayor unificación de las regiones del Nuevo Imperio Asirio (también conocido como Imperio Neoasirio). Los distintos dioses de los pueblos conquistados y sus diferentes prácticas religiosas se absorbieron por el culto a Assur, a quien se reconocía como el único dios verdadero. Nombrado en el pasado de diversas formas por distintos pueblos, ahora resultaba conocido con claridad y se podía venerar como deidad universal de manera adecuada.
 
Según el historiador Paul Kriwaczek: “La creencia en la trascendencia, más que en la inmanencia de lo divino, tuvo consecuencias importantes. La naturaleza se desacralizó, se secularizó. Debido a que los dioses estaban fuera y por encima de la naturaleza, la humanidad, que de acuerdo a la creencia mesopotámica había sido creada a semejanza de los dioses y para su servicio, también tenía que estar fuera de la naturaleza y por encima de ella. En vez de constituir una parte integral de la naturaleza, la raza humana era ahora superior y reinaba sobre ella. Esta nueva actitud se resumió más adelante en el Génesis 1:26: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra». Todo eso está muy bien para el hombre, a quien se menciona de manera explícita en ese pasaje, pero plantea una dificultad insuperable para la mujer. Mientras los hombres pueden engañarse a sí mismos y entre ellos con las ideas de que son superiores a la naturaleza y que están fuera y por encima de ella, las mujeres no pueden tomar igual distancia de la naturaleza porque su fisiología las hace, de manera clara y obvia, parte del mundo natural… No es casual que hasta el día de hoy las religiones que pusieron el mayor énfasis en la total trascendencia de Dios y en la imposibilidad de siquiera imaginar Su realidad, releguen a las mujeres a un peldaño inferior de la existencia, y que su participación en cultos religiosos públicos solo se permita a regañadientes, y en algunos casos ni siquiera se permite”. (229-230)


main gate of the city of Ugarit, in Ras Shamra, near Latakia, Syria (2010)
Note: In the classic period, Ugarit was thought to be the oldest city in the world