– ¡Ah, señor! –me dijo–. Cuando los moros dominaban Granada, eran un pueblo más alegre que hoy. Sólo pensaban en el amor, la música y la poesía. Componían estrofas con cualquier motivo y a todas les ponían música. El que hacía los mejores versos o la que cantaba con voz más melodiosa, estaban seguros del favor y la preferencia. En aquel tiempo, si alguien pedía limosna, recibía esta respuesta: “Hazme una canción”; y el más mísero mendigo que implorase en verso, era con frecuencia recompensado con una moneda de oro.
– ¿Y se ha perdido del todo entre ustedes –le dije– esa afición popular por la poesía?
– De ninguna manera, señor; el pueblo de Berbería, incluso la gente más humilde, compone todavía tan buenas canciones como en otro tiempo; pero hoy no se recompensa el ingenio como antes; el rico prefiere el sonido de su oro al de la poesía o la música.
Cuentos de la Alhambra (Washington Irving)
Alhambra, Granada, Spain (photos taken from the web)
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