Existe el debate sobre quiénes somos; qué es lo que conforma nuestro ser. No tan a menudo se dice que "somos lo que hacemos, no lo que pensamos" (*). Y, aunque estoy mayormente de acuerdo con esta afirmación, no creo que sea correcta al 100%. No me entiendan mal. No estoy comprando las tesis del pensamiento positivo, que nos intenta vender que simplemente deseando algo con la suficiente intensidad, lo conseguiremos; es decir, que solo con nuestro pensamiento podemos transformarnos a nosotros y al mundo, y no es así. Para nada. Seré el último que compre esas tesis. Se requiere acción, y esfuerzo, y la bendición de multiplicidad de factores que no voy a enumerar aquí, para cambiar el entorno, el mundo y a nosotros mismos. Pero digo que sí, que, efectivamente, sólo mediante lo que hacemos es como nos pueden juzgar los demás, y cómo estos conforman su opinión sobre quiénes somos. Pero nosotros somos testigos también de nuestros pensamientos, que podemos no compartir con todo el mundo, o al menos no en su totalidad, e irremediablemente nos juzgamos a nosotros mismos también en base a ellos, de forma que puede ocurrir perfectamente que sepamos ciertos aspectos de nuestro ser que al resto les parezcan inconcebibles, con lo que, en cierto modo, y al menos para nosotros, se puede decir que también somos lo que pensamos.
(*) Cómo ser feliz a martillazos, Ed. Melusina, de Iñaki Domínguez
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