Una amiga en cada puerto,
la boina me ahoga,
y Durruti, que ha muerto.
Vuelven las sirenas,
me arrancan del huerto,
los Máuser rugen,
¡Durruti ha muerto!
Hiede a azufre.
La ciudad se hunde
rezumando acero roído.
Las calles murieron,
y ya ves que gana el miedo.
Brigadistas embarcan,
sacos de hueso y polvo.
Espectros alicaídos,
rumian hogazas de pan,
o guijarros del Matarraña.
Nadie lo sabe decir.
Wellington, North Island, New Zealand (2012)
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