No, no te basta con un
simple teléfono móvil. Tiene que ser uno que cuesta un sueldo mínimo interprofesional. No, no corres. Eres runner.
Y hasta que no consigas correr una maratón –¡qué digo una maratón, una
ultra-trail!– no eres nadie. Y por supuesto, dicho hito debe quedar registrado en
una app virguera de tu móvil que ha costado un sueldo mínimo interprofesional,
para poder compartirlo con todos tus amigos y fardar en Instagram o la red
social más de moda del momento, que vean los guay que eres. ¡Qué coño con tus
amigos! ¡Con todo el mundo! Y eso de ir en bici no es coger una cualquiera y
dar un paseo por ahí con lo puesto. ¡Claro que no! Tienes que tener una bici de
2000 pavos, y todos los jodidos accesorios de la tienda, un exoesqueleto y una
GoPro en el casco cromado, para grabar y fardar de nuevo, aunque solo salgas una
hora al mes. Todas esas posesiones materiales para suplir tu vacío interior.
Marae in Koriniti, Whanganui River Road, Central North Island, New Zealand (2012)
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