“Richer Sennett […] ha tenido el acierto de describir la crisis actual con el ajustadísimo nombre de “capital impaciente”. Esa impaciencia es debida, en parte, a la imposibilidad ideológica y física de hacer reposar el capital fluctuante sobre algún sector productivo; la dificultad de que ese capital riegue, desde las nubosas alturas del mercado financiero, el campo de la economía productiva. Un capital ansioso que tiene, además, una característica muy particular: la reflexividad. Los precios financieros actúan a partir de una función auto-reflexiva […]. Esto quiere decir que el precio de un producto se fija según las expectativas de lo que ocurrirá con él mañana, pero esta acción modifica de inmediato el presente de lo tasado. Ese cambio inicia un nuevo proceso de estimación futura y un nuevo precio según: a) lo que se cree que sucederá, y b) lo que hacen hoy algunos agentes a partir de a). Es lo que se llama reflexión de segundo grado, que no tiene nada que ver con pensarse las cosas dos veces. La reflexividad de Soros es un motor burbujero de primer orden. […] El mercado, así entendido, no distribuye ni asigna recursos de manera racional, tal y como dicen los teóricos. Bombea impulsos y tiene pálpitos según ese extraño concepto del que hablaba Federico Rampini: el momentum investing, o lo que es lo mismo, “Que para ganar en la Bolsa no era necesario perder el tiempo en el análisis de las sociedades cotizantes; era necesario intuir a tiempo sobre qué títulos se estaba abalanzando la muchedumbre, hacerse transportar por la ola, entrar en la inevitable subida”.”
Posteconomía (Antonio Baños Boncompain)
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