"(…) Renunciar a la propiedad del cuerpo, de la mente, que son las únicas
propiedades con que todos los seres humanos contamos desde el nacimiento, es el
primer destello del mal al fondo del precipicio. La primera llamada de la
muerte.
Un día, en la noche de la infancia con su río tranquilo, con su luna
romántica, entra el monstruo de la degeneración y es el lobo, el zombi, el
vampiro; alguien abusa, alguien no siente, alguien traiciona. No hay forma de
escapar. El camino se bifurca. Ya no hay una sola opción, uno ya nunca más es
uno solo, bueno o malo; es muchos, cada vez más. Y mientras la personalidad se
bifurca, las opciones se estrechan hasta que solo hay libertad o sumisión. El
libre vomita –siempre costosamente– la corrupción del otro, se recupera y sigue
su camino. La luna ya no es tan brillante, hay sangre en el agua, pero las pérdidas
son asumibles, se puede dar un nombre a la cicatriz. El esclavo salta
directamente desde su inocencia hasta el corazón podrido del otro, como desde
un trampolín, salta por encima del crecimiento, de la esperanza, se entrega,
por debilidad o por valentía, se arroja, por amor o por juego. Alberta saltó."
Sangre de mi sangre (Rebeca Tabales, Penguin Random House Grupo Editorial)
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