sábado, 11 de enero de 2020

oikumene 11 - el cañaveral a la vera del río

Nota: Todas las entradas de oikumene se pueden encontrar, en orden cronológico, aquí:
 
Memnón y Argelao, agazapados en un cañaveral a sotavento del rio, esperan hambrientos a que se acerque alguna presa desprevenida a beber agua. Mientras empuñan firmemente sus lanzas, Argelao recuerda un bello –al menos para él– poema de autor desconocido, que a menudo oía recitar a padre cuando, siendo pequeño, iban todos de excursión al estanque. Es curioso cómo el paso del tiempo devuelve a la memoria detalles que entonces pasaban desapercibos, pero que su alma debió retener, como las miradas cómplices que padre y madre intercambiaban, mientras el primero declamaba los versos teatralmente, sosteniendo con la siniestra una máscara improvisada hecha de mimbre.

El cañaveral a la vera del río.
Su cintura, la peineta,
y el olor de sus afeites.
Los hayedos frisando,
y el amuleto del minotauro.
Es el estanque perdido,
el sonido del cuerno.

El cazador acecha,
el que puso el arco en mi mano,
el asceta, y yo busco la presa.
No nos vemos, pero la siento.

El jabalí no pierde el tiempo.
No lo hay, para mirar en derredor.
La bestia enviste,
sus colmillos por delante.
Me ha dicho que venderá cara su piel.

El cazador acecha,
el que puso el cuchillo en mi mano,
el asceta, yo lo hundo en su garganta,
y brota la sangre caliente.

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