En vida fui pasante tibio
tentando a mis pasajes sombríos.
Sólo desdeñaba con negligencia
parcelas libres de sal y tierra.
Las espaldas aparté de la vista,
y rogaba a mis huéspedes
que se fueran de casa
con su genio precoz de escalera.
Ya cerca del féretro,
donde no quería estar,
con mi propio puño llamé
a las puertas del infierno,
y me encaré
con mis demonios,
porque, al final,
ellos sólo son lo que son.
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