Hijo, ¿cómo te hablaré sin vergüenza
de los tiempos pasados,
cuando ya no queden escritos
y el agua huya de nuestras manos?
Y los sonidos que nos robaron,
¿quién te los cantará
cuando me quede sin voz?
¿Qué responderás el día que
pregunte si hubieras querido venir,
cuando peinemos los campos yermos
en busca de trigo y cebada,
y ya más no se pueda
disfrutar de la puesta del Sol?
En verdad te digo, hijo,
todo lo que vi, amé y añoré,
es pena, mas se irá conmigo,
y nadie ya más sabrá
lo grande que fue mi vida.
Wellington, North Island, New Zealand (2012)
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