Javi conoció a un compadre muy peculiar en uno de los antros del casco viejo en los que cerró una noche de farra loca. El tío era un mostrenco de 2x2 metros enfundado en traje negro, que apenas se movía de su asiento con su barba de tres días y las gafas de sol puestas en todo momento, a pesar de la escasa iluminación de la caverna en la que se encontraban. No era muy hablador, y aunque lo hubiera sido, constantemente se estaba llevando el cubata a la boca, o sea que tampoco es que hubiera dispuesto de mucho tiempo para platicar, si hubiese querido. Pero Javi es un person muy majo, que cae bien a todo el mundo, y se acabaron haciendo coleguillas con sus idas y venidas a por copas a la barra, de tal punto que, hacia el final de la velada, cuando el bar ya cerraba –Javi lo sabía porque sonaba Jaguar, de dj Rolando, como siempre, y al cabo de poco sí que iban a encender unas luces cegadoras, ¡los muy cabrones!–, el maromo de 2x2, tan callado, pero que había estado atento a las historias que Javi le contaba, le dijo “Oye, la próxima vez que vayas en coche para Albacete a ver a la familia, avísame, que me vengo contigo. Hay un tío ahí que me debe pasta y tengo que romperle las piernas, pero es que en el avión no me dejan facturar el bate de béisbol”.
Pasó un tiempo, y Javi, que se había olvidado completamente del tema, puso su habitual anuncio en BlaBlaCar para encontrar personas con las que compartir su trayecto, un fin de semana, hacia la mencionada capital de provincia. Un tal Héctor (al que no identificó como el mostrenco con el que había confraternizado algunas semanas atrás –la gente muy a menudo sube fotos de perfil muy raras y poco actualizadas en sus perfiles–) reservó un par de asientos para la ida y para la vuelta y, el día y hora de partida convenidos, se presentó sin demora a la cita en el punto de encuentro. La sorpresa de Javi al verlo –que, ahora sí, enseguida lo reconoció– fue mayúscula.
Sin embargo, antes siquiera de ponerse en ruta, la cosa no fluyó tan bien como en el antro, y es que surgió el siguiente problema: el tío se presentó con el estuche de un chelo –de ahí la reserva de dos asientos–, y Javi tenía indicado explícitamente en su cuenta de BlaBlaCar que no aceptaba músicos, que le parecen muy petulantes. Afortunadamente, todo quedó en nada, porque "Héctor" le mostró que ahí solo llevaba su subfusil Uzi con silenciador, trípode, mira telescópica y demás accesorios, así que al final le dejó subirse al coche.
Tanto la ida como la vuelta fueron muy placenteras (resultó que tenían mucho en común, como sus gustos musicales –a los dos les parecía tremenda la banda sonora de Sirat, por ejemplo–), pero en el viaje de retorno Javi no le puso las 5 estrellas de valoración, y publicó esta opinión: “Héctor fue puntual y muy agradable durante todo el trayecto, pero me dejó el asiento trasero lleno de sangre, y cuesta mucho limpiarla. Lo recomiendo al 100%, si no lleva el chelo”.
Valencia, Spain (2025)
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