En estas palabras tenemos los ingredientes de la desmitificación. Unos agentes chapuceros que dejan que los grabe un chaval. Una prisa por obtener resultados en forma de delito y además, cuanto más graves mejor. Un objetivo que no parece ser una red de delincuencia organizada, sino una alternativa al capitalismo: las casas okupadas barcelonesas. Una manera chusca de comunicarse, mezclando el lenguaje parajudicial con la chabacanería propia de los bajos fondos de novela.
La idea de un cuerpo policial protegiendo a la ciudadanía del mal por medio del pago de 200 euros a una persona para que denuncie a los okupas de la ciudad es extraña. Incluso podría ser calificada de cutre. El modus operandi, según el ministro de Interior del momento, era la habitual. Sin inmutarse. Intentar que una persona con una causa judicial menor se convierta en confidente por una propina, suministrando información sobre un movimiento social.
Desde luego, resulta más barato y sencillo que el agente encubierto. Cuando alguien se imagina a uno de éstos, cree que vivirá en un entorno mafioso en el que cualquier desliz le costará unos pies de cemento y un lecho en el fondo del Mediterráneo, así que rescatar información a través de un okupa es como ver a los leones en un documental de la tele, más tranquilo, pero igual de impactante.
No todos los casos de infiltración han sido de este tipo, claro. En diferentes movimientos sociales ha habido sospechas más o menos fundadas de agentes encubiertos. En casi ninguno de estos supuestos ha habido una confirmación total, aunque algunos parezcan ser muy evidentes [en 2023 se han destapado un par de casos, como se puede ver en los links más abajo]. Por supuesto, los movimientos sociales nunca han practicado la venganza sangrienta que se supone en las series y películas. Tampoco han sido desarticulados. Generalmente, porque no había nada que desarticular. Los agentes actúan a modo de justicia preventiva. Tantean por si hay algo. Sospechan que los okupas, los ecologistas, las feministas, el sindicalismo o cualquier otra expresión de rebeldía puede ser un nido de delincuencia organizada. Y allá van, como si se tratase de extraer información de los Corleone. (…)
Los agentes encubiertos (…) son una realidad. Como sociedad, podemos preguntarnos qué hace que el Estado pretenda infiltrar elementos en movimientos sociales y no, por ejemplo, en la Iglesia, que ha sido acusada de más delitos que ninguna organización existente. O en la banca. O en las gestorías de la empresa Abengoa, por poner un ejemplo (…).
La policía - Un análisis crítico (Colectivo La Plebe)
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