domingo, 7 de junio de 2020

oikumene 14 - la flecha de Tisafernes

Nota: Ver antes la "oikumene 1 - la muerte del gigante Magón"
https://joseirojas.blogspot.com/2015/11/la-muerte-del-gigante-magon.html
 
Nota: Todas las entradas de oikumene se pueden encontrar, en orden cronológico, aquí:
 
– Nunca me has preguntado por qué no te disparé aquella flecha…  –le dice con voz débil Tisafernes, incorporándose un poco.

– Si te soy sincero, claro que pensé en hacerlo muchas veces, pero por algún motivo nunca me decidí del todo… ¿Tal vez temía la respuesta? No sé… –se encoje de hombros Memnón, con la mirada fija en un detalle del mosaico en el suelo. Entonces, alzando la barbilla hasta encontrarse con la mirada de su compañero enfermo– Bien, pues, apreciado Tisafernes, ¿por qué no disparaste aquella flecha? Estaba vendido y tu puntería es excelente. Es seguro que me habrías abatido y que ahora no estaríamos aquí los dos.

– ¡Ah, viejo amigo! –una risotada que pretendía emerger, lo hace finalmente en forma de estertor– Siempre tan comedido a la hora de ponerme en aprietos con cuestiones comprometidas –esboza con dificultad una sonrisa, entre varias toses–. La verdad es que, durante largo tiempo, si me hubieses preguntado, probablemente no te hubiera podido responder; por más que pensaba, yo tampoco acababa de tener claro el motivo, pero con el paso de los años se fue abriendo camino en mi cabeza la que creo es la razón, y bien sencilla, ciertamente: en ti, me vi a mí mismo mucho antes; un joven pero fiero león, intentando encajar, confundido, en una cruel y sucia refriega de mayores que ya habían arrebatado muchas vidas, y al que su turno pronto debía llegar, mientras que tú merecías otra oportunidad de probar tu valor… el valor de dejar ese pathos de muerte y desolación que los otros en su larga trayectoria no habían sido capaces de abandonar. Fui egoísta, con mi flecha maté a otro como yo, me maté a mí, y te dejé vivir para redimirme.

– Sí, comprendo. Imaginaba que no sería por mi cara bonita. Como dijo el sabio griego Horacio, en sus Sátiras, “cuanta menos sabiduría se tiene, más feliz se es” –y, tras mirarse por unos instantes mordiéndose los labios, ambos prorrumpen al unísono en unas sonoras carcajadas.

* * *

Unos pocos días después, Tisafernes murió.

Ya cerca del féretro,
donde no quería estar,
con mi propio puño llamé
a las puertas del infierno,
y me encaré
con mis demonios,
porque, al final,
ellos sólo son lo que son.




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