Como si tuviera ante mí los agresores
que pusieron tus ideas contra la pared...
No logro ver sus dudas,
sólo el gélido metal en las manos,
su sonrisa burlona y el fogonazo
con que sellan tu adiós;
los ladridos a tu cuerpo inerte,
la agonía de la rabia nunca satisfecha,
y, tras breve respiro, el brío
con que retoman la caza.
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