Si mintiese al decir que nunca hubiere pisado la Tierra Media ser más rancio que el Tertuliano, ruego a Eru partiese con un rayo mi gaznate, en tantos pedazos como orcos acamparon a las puertas de Gondor, en el legendario asedio de la Ciudadela. El Tertuliano, engendro nacido del estallido de una pústula infecta en las encías de la Boca de Sauron, infra-ser que, sin duda, ningún fidalgo quisiese ver transportado a nuestros tiempos y lugares, trajo desgracia a cuantos nobles Consejos perteneció, con su verborrea ignorante y viperina. Entre otras muchas lastimosas maldades, el hedor hipnótico de sus opiniones incontenidas fizo que los corazones de muchos villanos tiñéranse de negro obsidiana, y corrompiose así la sana convivencia en innumerables plazas. Guiado por la mano de Mordor, el Tertuliano multiplicose allende la Tierra Oscura por infausta cópula con las Malas Prensas, Folletines y Panfletos, y durante demasiados desdichados decenios, sus vástagos moraron numerosos, asolando las vidas y tierras de muchos y muy humildes gentiles.
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